Desde el retorno a la democracia el país ha retrocedido social, política y económicamente a manos de toda clase de políticos que desde el poder se han allanado a un concepto intervencionista preponderante en regímenes de izquierda. Los detentores del poder político han utilizado al Estado (llámese Gobierno) como ente interventor en las vidas de los electores, aplicando desde un aparente proteccionismo a través de subsidios hasta tasas de interés camufladas como instrumentos de supuesta estimulación económica. Difícil argumentar que los ciudadanos sientan que el Estado sea un aliado en su procura por un mayor bienestar.
Parecería que los políticos se disputaran un liderazgo para lograr que el Estado colme de estímulos a los electores, por cierto no todos contribuyentes por ingresos debido justamente a la intervención estatal. Sin equivocación alguna ese mismo Estado, a través del poder constituido, ha sido el proveedor de la mayor pobreza jamás registrada en la historia. Así las cosas, ¿por qué esperar que nuestro porvenir, a manos de un Estado omnipotente y derrochador al cual continuamos engordando, cambie radicalmente ante la ausencia de austeridad presupuestaria y clarísimas limitaciones en las libertades ciudadanas?
Las sociedades libres son siempre más prósperas que los políticos que las comandan. Mientras la derecha oportunista continúe guiñando a la izquierda proteccionista no habrá redención para una sociedad estropeada principalmente por quienes coyunturalmente defienden al Estado en beneficio propio.