He tenido varias llamadas de madres preocupadas por la decisión del Gobierno de vacunar, primero adolescentes y ahora niños.
La preocupación es por todas las noticias que se han regado, la mayor parte falsas, sobre la enfermedad y las vacunas.
¿Qué es lo que hay de cierto en las vacunas? Lo primero, ¡la enfermedad existe! Por la causa que sea, aunque sea de mortalidad baja, la enfermedad existe y puede ser mortal.
Segundo, el virus ha sido estudiado hasta la saciedad. Tercero, de acuerdo con los estudios, las vacunas si sirven.
Cuarto, toda vacuna puede tener efectos secundarios y los efectos secundarios de las vacunas de COVID-19 se han presentado antes, con otras vacunas que se usan actualmente.
Hay varias vacunas en el mercado. Desde las vacunas de tipo conocido, de virus atenuado, o debilitado, hasta las vacunas con RNA MENSAJERO.
El principal problema es que por la premura del tiempo, las vacunas nuevas, no pasaron todas las fases de la investigación, como por ejemplo, las pruebas en animales (o al menos, no completas o reportadas), por eso, no podemos saber lo que puede ocurrir a largo plazo, en genética, sobre estas vacunas.
El Gobierno nacional, prudentemente, ha procedido a vacunar a los niños con SINOVAC, que es una vacuna de virus atenuado, lo que me parece correcto.
La vacuna Sinovac fue preparada con el virus atenuado del inicio de la pandemia, es decir con la información genética del mismo. Yo diría que ese virus ya no existe dadas las multiples mutaciones que ha sufrido de manera que la eficiencia de dicha vacuna debe haber disminuido aún más.
La pregunta sería si vale la pena correr el riesgo que la vacunación representa, contra el beneficio que se espera recibir.
¿Porqué no se permite aplicar alternativas que, para este caso, son mejores que las vacunas?