21 noviembre, 2024

Los impuestos nuestros de cada día

Una premisa universal es que nadie gusta de pagar impuestos. Los países con gran institucionalidad y sólidas políticas fiscales promueven el cumplimiento de la ley a través de deducciones tributarias, incluso donaciones, que propenden a una mayor actividad económica y reducen el monto de la tributación. Injusto o no, todos los contribuyentes debemos aportar en pro de la sustentación de un mejor nivel de vida. ¿Será que nuestra precariedad socioeconómica se revertirá gracias a mayores impuestos?

El sistema institucional del Ecuador nunca ha sido un ejemplar modelo, en este caso de tributación, y sus múltiples reformas tributarias son prueba del escaso, por no decir negativo, retorno recibido por la sociedad a cambio de sus impuestos. Grandes avances recaudatorios se dieron a raíz del Gobierno Borja a favor del fisco, sin que aquello signifique la aplicación de apropiadas políticas tributarias. Lo que tenemos, por tanto, es apenas un sistema netamente recaudatorio, fiscalización incluida, que continúa siendo deficiente y conducente a evasión fiscal.

Las deducciones tributarias coadyuvaban a fomentar un cierto nivel de cultura en el pago de impuestos debido al engranaje auditable en el cruce de cuentas. Ante la drástica reducción de dichos descuentos no habrá incentivo alguno para solicitar facturas con validez tributaria. ¡Insólito, mayor informalidad después de más de 30 años! ¿Alguien vio la prometida lista de evasores de alto vuelo? Esa solo fue una promesa más, por cierto no notarizada, pero incumplida igual.

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La degradación de la política: ¿Cómo, Por qué y Hasta cuando? (1)

En una entrega anterior, comenté sobre la relación entre el ejercicio del poder y la degradación de la política. Un buen y querido amigo con quién compartimos ideas e inquietudes, me hizo ver la necesidad de profundizar en cómo se dio esa degradación y cuál es la causa para que la sociedad en su conjunto haya dejado de reivindicar el valor de la experiencia y la preparación como requisitos elementales para, en este caso específico, ejercer cargos públicos y para que los ciudadanos otorguen su voto a los candidatos que se presentan en los sucesivos procesos eleccionarios.

Ambas preguntas son no sólo interesantes sino hasta incluso inquietantes. Es innegable que este proceso de degradación no se ha producido, como algunos aseveran, en la última década pues es un proceso mucho más largo, que se evidencia desde el retorno mismo al sistema democrático en el año 1979. Basta ver cómo se ha degradado el nivel del parlamento, llámese Congreso o más “revolucionariamente” Asamblea.

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