Nos da vueltas impredecibles.
Es como si la ilusión de seguridad que teníamos sobre amar a alguien, en un instante no planeado; desaparece y se va.
La sensación que falsamente creemos tener sobre los sentimientos de quien amamos, solo resulta ser una falsa convicción creada por nosotros mismos.
El amor genera sentimientos inconcebibles para un ser ordinario que desperdicia su vida cumpliendo a medias lo que debe de hacer.
El amar te cambia radicalmente.
Sin pretenderlo, distorsionas la cruda realidad y la transformas en una mágica ilusión que domina la conciencia de tu percibir.
A quien ames lo verás perfecto y todo lo que haga o deje de hacer, será una gracia que incrementará la irrealidad real hecha por lo que sientas sobre lo que razones.
Es por eso que el amor verdadero es aquel que persiste a pesar de la cruenta realidad.
Amar es mucho más difícil que solo sentir.
Es una razonante y sentida percepción de lo que verdaderamente es el otro; tal cual es.
Es la tácita aceptación de como sea el amado y la auténtica convicción de no querer cambiarlo a como quisiéramos que fuere.
El verdadero amor se basa en el respeto al derecho de ser del amado.
Todo lo que se arguya para decir que cambie el otro, solo resulta ser una exigencia egoísta de quien quiere el cambio, porque se quiere más así mismo que al que quiere cambiar.
El amor es un complemento de necesidades.
Un no poder vivir sin el otro.
Es un sagrado respeto hacia las diferencias que quisiéramos cambiar; pero debemos respetar.
Por eso creo que el verdadero amor solo se puede dar en la madurez.
Tener la experiencia para saber lo que no se quiere y conocer exactamente lo que se espera del otro, es lo que hace real y maravilloso al amor del amar.
Se debe amar con inteligencia y pasión.
Debemos tener un sagrado respeto a lo que es el otro.
Un acuerdo concertado para compartir las mismas metas.
Yo para amar… solo necesito amar y al mar.