24 noviembre, 2024

Un elfo llamado Arón 

Santa Claus o Papá Noel, al norte del mundo, tiene una gran cantidad de ayudantes mágicos llamados elfos. Estos ayudantes se encargan de hacer o de comprar todos los juguetes que piden los niños en sus cartas a Santa, pero va a depender de su comportamiento durante todo el año, si son merecedores de recibir o no el ansiado regalo. Acá en Ecuador, en la mitad del mundo, también tenemos elfos, y cada uno puede darse cuenta de ello si se pone con acuciosidad a revisar la historia de su vida. 

Estos elfos nuestros no son enanos ni tienen orejas grandes y puntiagudas como los que ayudan a Santa en el Polo Norte. Los nuestros son como los elfos originales, seres de gran belleza, de larga vida, algunos inmortales, con poderes mágicos y otros, inmensamente devotos y leales a su amo. 

Un elfo es un ser de luz, no es bueno ni malo. 

Los hay traviesos y sensibles. Y, como la belleza está en los ojos de quien mira, hay de tanta variedad como gustos. 

Estos seres fantásticos nos asisten en la vida, cada uno en el momento indicado. Son verdaderos asistentes del camino, y sin ellos nada tendría sentido ni valor. Los primeros elfos que una persona tiene al nacer, son sus padres, quienes asisten al niño en todos sus requerimientos. A ellos se añaden las personas que colaboran en el hogar, sea una abuelita, una tía, una niñera. Cuando somos niños, la magia de estos elfos es tan grande, que solo apretando una mano o sintiendo su calor, se nos va el dolor de barriga, el miedo o la tristeza. 

A medida que crecemos, llegan otros elfos a nuestra vida, aparecen como amigos, algunos se quedan para siempre a nuestro lado, pues son inmortales en nuestro corazón. Forman parte de nuestros juegos, nos acompañan en nuestras ideas más locas, en los momentos de aflicción y en las épocas más felices. Esos amigos que valen más que el oro, y que están ahí, en una esquinita de la vida, solo a la espera de que los llamemos para venir con prisa a darnos su apoyo, su ánimo, su cariño… Y si formas un hogar, sabrás que tu príncipe o tu princesa es ese elfo fantástico, el mejor y más bello de todos, ese al que únicamente tus ojos pueden ver tan increíble e invencible, y llegan junto a él, los pequeños elfitos, llamados hijos. Los hijos te ayudan a vivir, no te restan vida. Para ellos es todo tu legado, lo que haces y lo que dejas de hacer, lo mejor que puedes dar, pese a los errores que puedas cometer en el camino. Esos elfitos son muy traviesos y en más de una ocasión te sacarán de casillas. Es que dice la mitología que los elfos, aunque son seres de luz, también causan tormentas. Más de una vez sentirás esa tormenta interior que te haga estallar en lágrimas, cuando algo no salió bien con uno de ellos. Estos elfitos son los dueños de tu corazón para siempre, por eso son inmortales. 

Y en medio de todo este crecer del ser humano y sus etapas transitando por la vida, hay profesores de muchas áreas; hay asistentes, de la casa y del trabajo. 

Hay el elfo ocasional, esa persona que llegó a ti en el momento justo para ayudarte a cumplir una meta, llevar las compras, cruzar la calle, realizar un sueño, sanar una herida física o emocional, hacerte reir y  sacar una pena de tu corazón. 

El regalo que entregan nuestros elfos se llama amor, y lo brindan siempre, sea en Navidad o en cualquier época del año, y lo mejor de todo, te portes bien o te portes mal, recibirás tu obsequio. Más aún si se trata de los elfos más lindos y más mágicos. Esos devotos y fieles a su amo, las mascotas. 

Desde que tuve  mascotas, la primera llegó cuando mi  hija mayor era una niña muy chiquita, un pequeño gallinazo que vivió con nosotros en nuestro departamento, no entiendo la vida sin ellas. Son los asistentes de la naturaleza y ayudan en todo. Su poder es tal, que pueden sacar de ti una sonrisa aún en el día más triste de tu vida. Te dan su calor y mil besitos de amor, que ni siquiera pides. No les importa si te enojas con ellos por alguna travesura, ¡cada vez que te ven se alegran tanto! Siempre están para ti y también son eternos. Aunque un día se van del mundo físico, siempre, siempre viven en tu mente y en tu corazón, envueltos en ese amor único e irrepetible como lo son cada uno de tus elfos mascotas. 

En este escrito recordaré a los que hoy están conmigo, mis perros y gata: Pola 14, London, Ernesto y Sabrina. Y unos vecinos amorosos a los que quiero tanto como si fueran míos: Ringo, Molly, Lana, Coco y Kim. Su sola existencia me ayuda a encontrar un rayito de sol en mis días de mayor oscuridad. Ellos tenían un elfo único que los cuidaba: Arón. 

Arón los paseaba, los bañaba y sabía todo sobre la sicología de su comportamiento. Decía que Coco estaba enamorado de Pola, que Pola detestaba a Coco, y que London salió alocado como Coco, su papá. 

Arón, el chico simple y experto en perros, quien desde niño tuvo una afección en sus pulmones, acudió como tantos otros a prevenir la enfermedad de moda y su sistema inmunológico se vio muy afectado por eso. El 31 de diciembre para cerrar el año con la triste noticia, Arón dejó este mundo. Un día atrás escribió en el chat que confiaba en que Dios lo sanaría y así volvería con más fuerza. De este modo, siendo espìritu, tiene más fuerza que nunca porque ahora es un elfo espíritu con superpoderes. El primer y más grande poder: hacernos valorar lo sencillo de la vida y ser generosos con cada uno de los seres de que están a nuestro lado o colaboran con nosotros en las distintas tareas de la vida. 

Sea este escrito un homenaje a su memoria, y a la memoria de todas las personas que partieron y de alguna manera nos ayudaron a transitar este camino. Larga sería la lista de quienes me han asistido, personas, animales y hasta plantas. Por eso, en mi corazón viven los nombres y vibra la esencia de todos mis elfos, los que ya partieron de este mundo a ese bosque infinito a donde viven ahora, para morar eternamente bajo la luz de las estrellas. 

¿Cuáles son tus elfos? ¡Seguro los tienes! Recuérdalos, agradéceles, hónralos con amor. 

 

 



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