“No podemos ir a la paz, sino permaneciendo fieles a las máximas de justicia y libertad que son la razón de ser de un gobierno.”.
– Presidente Alfredo Baquerizo Moreno
Si algo nos ha enseñado la historia, es que por cuestiones inherentes al ser humano, hasta ahora por lo menos, cada cierto tiempo el egoísmo rompe las relaciones de justicia y equilibrio entre las personas. Es en ese momento que hay que tomar una decisión entre justicia o paz. En esa encrucijada siempre se debe dar prioridad a la justicia. Porque sin justicia no puede haber verdadera paz.
En este momento el Ecuador nuevamente se encuentra en este punto. La encrucijada ha vuelto, y por eso este artículo.
No confundamos al narcotráfico con el terrorismo. El narcotráfico tiene varias aristas, pero es muy difícil derrotarlo, por lo menos inicialmente. Lo hemos visto en otros países. La guerra debe ser inicial e inmediatamente contra el terrorismo. Hay enemigos declarados: traidores a la patria y extranjeros. Pero hay enemigos también que no saben que lo son con su accionar. De hecho, el enemigo empieza dentro de cada uno de nosotros. La tentación de la vida fácil hace que, sin saberlo y sin quererlo, seamos parte de los terroristas y generadores de injusticias.
Debemos cambiar esa manera de pensar que se ha hecho común en los últimos años, a pesar de que esto siempre ha existido e incluso se ve reflejada en la segunda o tercera tentación de Jesús, dependiendo si se lee a Mateo o a Lucas. Pero los más peligrosos son los que ejecutan la violencia de manera directa. Esa es la parte visible del terrorismo. Porque cualquiera que cometa actos para que otros por miedo hagan lo que ellos quieren, es un terrorista. Por ejemplo, amenazar al gobierno abiertamente que si no hace tal cosa lo van a tumbar, octubre del año pasado cuando incendiaron la contraloría las mafias de la corrupción para que se pierdan las evidencias contra ellos y no haya juicios, la gente que mata, roba y viola a diario a la gente común y que no trabajan solos, sino que son parte de mafias organizadas, todo eso genera el terror: asesinatos, violaciones, etc. No es sólo el narcotráfico.
Es el terrorismo el que no deja tranquila a la gente, porque mata, viola y atemoriza diariamente y de forma violenta a los ecuatorianos. Este se da por el narcotráfico, por las mafias organizadas que quieren robar dineros públicos, por mafias organizadas que buscan el poder a toda costa, etc. Cada uno alimenta al otro de una u otra forma. En este momento, todas esas fuerzas están tratando de pescar a río revuelto causando terror en los ecuatorianos y policías para que los dejen hacer sus fechorías e injusticias. Debemos escoger la justicia. Debemos vencer al terrorismo venga de donde venga, solo así tendremos paz.
No podemos echarle la culpa de manera generalizada a las leyes o a los jueces. No. Debemos exigirle a quien tiene el poder de cambiar el sistema, que permite que se mantenga el terrorismo y que tiene atadas de manos a las fuerzas del orden que cumpla con su trabajo de forma inmediata. Los actuales miembros de la Asamblea Nacional y del Gobierno, con nombre y apellido, y sin esconderse en excusas de que sus “jefes les ordenan”, son los actuales responsables de no dar la solución para poder luchar contra el terrorismo. Modifiquen de forma inmediata las leyes que ya han sido denunciadas que deben ser reformadas, a menos que sean cómplices declarados del terrorismo.
Las leyes en ese período serían las de guerra y no las de una sociedad en paz, ya que no estamos en paz y por eso nuestras leyes actualmente son ilógicas. Quien opine sobre derechos humanos debe ser alguien que entienda bien la materia, especialmente en época de guerra. No hacen bien al país las exigencias de personas que no tienen la preparación suficiente para hacerlas. Hay que aplicar la frase de “lidera, sigue, o hazte a un lado y no estorbes”.
Las personas que conocemos del manejo de armas de fuego sabemos que uno nunca debe desenfundar un arma a menos que vaya a dispararla, porque al hacerlo la otra persona ya está en riesgo de ser atacada y va a reaccionar. Por esto, en la relación de un policía y un civil, una vez que el civil desenfunda su arma de fuego, le da licencia al policía para dispararle. Cualquier ley que contradiga este principio lógico de salvaguardar vidas, es una ley errada. El principio de uso progresivo de la fuerza debe ser claro en este aspecto.
Hay que tipificar al terrorismo como el peor delito posible; la traición a la patria cometida por los jueces, la fuerza pública y funcionarios públicos en general, como el segundo; y el tercero, la traición a la patria cometida por los civiles. Estos crímenes que deben ser juzgados por un tribunal militar.
Permitamos que las fuerzas del orden hagan su trabajo. Por un tiempo no habrá paz, mientras se restablece la justicia, pero una vez vencido el terrorismo, habrá paz duradera nuevamente. Y la gente podrá salir a las calles sin miedo a morir en el intento.
De ser posible consigamos ayuda extranjera: policial y militar; estrategas y ejecutores. Pero si no es factible hagámoslo sólo nosotros. Que nadie se atreva a decir que no se puede. Tiene que lograrse, sea como sea.
La guerra contra el terrorismo no es corta. No existe la salida fácil. Quien reclama tranquilidad y paz en las calles debe estar consciente que está pidiendo algo justo, pero que va a ser incómodo y demorado.
Si hemos de ganarle la guerra a los terroristas hay que aceptar la ayuda de donde venga y luchar en varios frentes: diplomáticamente, haciendo que intervengan los países directamente interesados y tratando de demostrar el interés que tienen los que creen no tenerlo liderado por el Canciller de la República; usando la fuerza de la policía, militar, e incluso civil, liderada por el Ministro de Defensa; económicamente, ahogándolos al dejarlos sin fondos económicos para su subsistencia, liderada por el Ministerio de Gobierno, cuidar el lavado de activos, retener los envíos de drogas, capturar a los corruptos que han robado de las arcas públicas por lo menos en los últimos quince años y obligar a que devuelvan el dinero. No es una guerra que se gana a medias tintas.
No podremos ganar la guerra contra la pobreza, ni el narcotráfico sin ganar primero la guerra contra el terrorismo, pero ojo, eso no quiere decir que hay que odiar al terrorista, hay que aborrecer el terrorismo, sin tener sentimientos negativos hacia quien lo comete. Ese es el mayor desafío en esta guerra.