En los últimos años, hemos visto cómo líderes políticos e influenciadores de turno hablan, escriben y ponen en debate los derechos de las mujeres. Afirman que les importa, que somos pieza clave para el desarrollo y hasta, cínicamente, usan la bandera de feminismo para declararse aliados. Cuando llega la hora, la máscara se cae y vemos lo que siempre fueron: indolentes oportunistas.
A lo largo de la historia de nuestro país las mujeres han luchado por la reivindicación de nuestros derechos, han puesto el cuerpo, el corazón y el costo social que han pagado por esto es altísimo. El movimiento feminista en Ecuador continúa creciendo y cada vez más niñas, adolescentes y mujeres se unen para exigir una vida digna en un país donde, históricamente, nos han categorizado como ciudadanas de segunda. El número sigue creciendo, las redes sociales empiezan a ser brújula y los políticos y sobre todo, el marketing lo sabe.
Incluirnos en discursos, usar nuestra bandera, hablar de progresismo, de mujeres, de derechos para conseguir votos o músculo social o en el caso de las marcas o influenciadores, para poder atraer a cierto público y estar ‘dentro de la ola’ es una jugada tramposa que ni siquiera es sostenible.
Lo vemos en el debate alrededor de la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo en caso de violación, donde asambleístas y líderes políticos, que en campaña afirmaban ser pro-mujeres, nos demostraron que solo han sido pro-embarazos forzados. Partidos políticos que gritaron —y gritan— progresismo en sus discursos hasta que el progreso es para las mujeres y ahí la izquierda les queda grande. Solo como anotación: es 2022 y la Asamblea aún cuestiona lo resuelto por la Corte Constitucional en 2021, aún escuchamos como orgullosos repiten argumentos mañosos («la vida en el vientre podría ser el próximo presidente de la república», dijeron en el debate del 04 de febrero), que solo colocan a las víctimas de violencia sexual como objetos sin planes de vida.
Las narrativas alrededor del feminismo y el marketing, comercial o político, solo deja en evidencia que el camino del aprendizaje es largo, de doble vía, pero sobre todo transparente. Recordemos que el Ejecutivo, en la segunda vuelta, giró el discurso hacia nosotras y en sus ministerios hay menos de 6 mujeres a la cabeza y que fue su partido el de la oposición permanente al avance en materia de derechos sexuales y reproductivos. En conclusión, con los políticos debemos observar: más acciones a favor de la vida digna de las mujeres y menos narrativas pintadas de morado que se quedan en el papel y la computadora del asesor que las escribió.
El feminismo, actualmente, es el espacio de conquista para muchos hombres y mujeres que ven en esto votos, dinero o apoyo, pero que no entienden nada de la lucha de derechos, que no entienden cómo funciona este sistema patriarcal donde todo es ganar para ellos y regresión para nosotras, donde mientras las lideresas en sus comunas construyen feminismos para el crecimiento comunitario, la influencer de TikTok pagada por una marca habla de una toalla sanitaria y de ‘empoderamiento’ pero no tiene idea de dignidad menstrual. No caigamos en el purplewashing que es básicamente: lanzarle brillos feministas a todo para venderlo como pro-derechos, es decir: mercantilizan nuestras luchas.
Si realmente les interesan las mujeres escuchen a quienes por años vienen luchando por un Ecuador digno y justo con nosotras. Hay un montón, cada vez hay más abogadas, lideresas comunitarias, comunicadores y sobre todo especialistas en género que pueden guiar sus estrategias de contenido quebrando sus bases machistas, y de esta forma, la estrategia dejará de ser solo un discurso bonito para redes sociales y se convertirá en acciones integrales de cambio. Porque hablar por hablar de género es solo armar un castillo de arena, y esos castillos siempre se caen.
Invito a las compañeras a no dejar de cuestionar esos discursos, vengan de quien vengan, y analizar todo en los discursos feministas: ¿por qué?, ¿por qué ahora?, ¿qué de lo que está diciendo se empata a las acciones de su partido?. ¿el contenido feminista de esta marca/influencer tiene coherencia con el resto de lo que muestra o solo es publicidad? Esta lucha es nuestra, la narrativa la creamos nosotras, desde nuestra historia hasta lo que podemos hacer por aportar al cambio. Siempre han hablado por nosotras, no lo permitamos más. Se va a caer.