Una vez un niño fue a un circo.
Lo que más le gustaba del mismo eran los animales y de todos ellos, el elefante el que más le impresionaba.
Durante la función, el enorme animal hacía despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal. Pero después de su actuación el inmenso paquidermo quedaba prisionero a una cadena que sujetaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
La estaca era un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrada unos centímetros en la tierra.
Era obvio que si el enorme animal podía arrancar fácilmente un árbol con su propia fuerza, también podía con facilidad, hacerlo con la estaca y huir; sin embargo no lo hacía.
– ¿Qué lo mantenía prisionero?
– ¿Por qué no se escapaba?
Con esta gran duda en su cabeza, el pequeño niño le preguntó a su padre por qué el elefante no se fugaba.
El padre contestó: -¡no se escapa porque está domesticado!-
El niño volvió a preguntar: -si está domesticado ¿por qué lo encadenan?-
El pequeño no recibió ninguna respuesta.
Durante muchos años el niño siguió haciendo la misma pregunta a los adultos y cada adulto que le respondía lo dejaba con mayores dudas.
Pasaron los años; el niño creció.
Un día siendo adulto, le hizo la misma pregunta a otro niño, que le dio esta respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca desde que era muy pequeño.
Al oír esta respuesta instantáneamente cerró sus ojos e imaginó al elefante recién nacido sujeto a la estaca.
Vio que en ese momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. A pesar de todo su esfuerzo no pudo hacerlo.
La estaca era muy fuerte para él.
Al día siguiente volvió a tratar. También al otro día y al que le seguía… y así trató y trató hasta que un día, el animal aceptó su fracaso y se resignó a no luchar contra la estaca.
Esta es historia del enorme y poderoso elefante que vemos en el circo. El pobre no puede escapar sencillamente… porque cree que no puede.
Tiene el recuerdo de su decepción. De aquella que tuvo cuando era muy débil y se acuerda cuando trató de zafarse de la estaca que lo dejó esclavo para siempre. Jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez… Jamás volvió a preguntarse el por qué no puede escaparse.
En esta vida todos somos un poco como el elefante del circo.
Vamos por el mundo atados a muchas estacas que nos vuelven prisioneros.
Vivimos creyendo en un montón de “no podemos”, simplemente porque alguna vez tratamos y no pudimos.