Carlitos no era de buen vestir; dinero le sobraba, pero clase le faltaba. Hoy luce un mameluco anaranjado como reo sin sentencia en el CDF1. Nadie lo visita2, pero igual solo recibiría a quienes él propusiera, previa investigación y autorización federal. Todo visitante al CDF debe acercarse a un mostrador, protegido por vidrios antibalas, para que sus huellas digitales sirvan en la elaboración de su credencial. Los casilleros en el recibidor sirven para dejar todo, excepto dinero, antes de continuar con el protocolo de ingreso.
Un primer filtro detecta contacto con explosivos o armas. Los visitantes hacen una segunda antesala y después son requeridos a posar sus manos sobre un mapeador dactilar para comprobar sus identidades. Una compuerta hidráulica de unos 30 cm de espesor es accionada para entrar a un corredor mientras otra de iguales características para acceder al salón de visitas no se activa hasta que la anterior esté cerrada. El anfitrión baja por ascensor, saluda al invitado, pero no se mueve del asiento hasta que la visita haya terminado. El efectivo sirve para comprar alguna golosina en las máquinas dispensadoras.
Los tours, como aquellos a Panamá, son historia. Los políticos criollos mantendrán un mutis sepulcral mientras no sean convocados a ese monumental mausoleo en exilio. Las declaraciones del hijo del Chacal, empero, noquearán la institucionalidad del país al punto que algún notable, bien fondeado y mejor vestido, tenga pronto que partir para Cataluña y alrededores, pero sin planes de retorno.
1 El Centro de Detención Federal (Miami, Florida) es una prisión vertical de máxima seguridad que se conecta con el edificio de la Corte Federal a través de un pasadizo elevado.
2 Salvo el abogado Fernando Tamayo, su procurador judicial y el resto de su equipo. Las reuniones se realizan en una de las múltiples salas disponibles para estos menesteres en el salón de visitas, a puerta cerrada, pero a la vista de las autoridades del reclusorio.