23 noviembre, 2024

Lo mejor, para el Ecuador 

Nadie duda que la crisis de valores que agobia al Ecuador, es sobre todo crisis de valores morales. La corrupción, la ignorancia y la indolencia han gangrenado la economía pública hasta condenarla al colapso. 

¿Acaso el trabajo, la justicia y el honor, no significa ya la mejor garantía de toda conducta social? ¿Qué cambiar para lograr lo mejor para el Ecuador? Podemos plantear muchas respuestas y cada quién le dará un orden de prioridades; yo coloco en primer lugar que lo mejor para el Ecuador es formar en el bien a la niñez y juventud de la patria. Los niños y jóvenes son los actores del futuro; lo que sembremos en ellos hoy será lo que cosecharán ellos y la sociedad el día de mañana. 

Padres de familia, autoridades y maestros, son los llamados a inculcar con el ejemplo y con la palabra la satisfacción de ser honestos, veraces y auténticos; el placer de saberse puntuales y dispuestos a cumplir la palabra empeñada; el orgullo que reporta el sentido de responsabilidad y el orden; la obligación de ser solidarios, estudiosos, laboriosos y austeros. Este esquema no es incoherente con la naturaleza propia de la niñez y la juventud, en quienes transparenta la inquietud y la alegría; al contrario, hay que aprovechar esa energía y canalizarla hacia el bien y la virtud. 

Ante nuestros hijos, debemos presentar al trabajo como una bendición y el medio expedito para progresar; enseñarles a hacer bien y con entusiasmo lo que se les encomienda, adoptando buenos hábitos de trabajo. Orientemos a estos futuros ciudadanos a que resuelvan ellos mismos sus problemas y que no se acostumbren a esperar a que otro les solucione sus conflictos. Padres y maestros debemos aceptar que los niños y jóvenes planteen fórmulas distintas a las nuestras y estar dispuestos a discrepar y permitir que ellos aprendan de sus propias experiencias, así estas no estén de acuerdo con nuestra manera de pensar. No sepultemos su creatividad ni su ingenio. 

Si queremos lo mejor para el Ecuador debemos eliminar la corrupción en todos los niveles posibles. y esto se inculca en la familia y en la escuela. El niño y el joven deben vivir aprendiendo de sus mayores a ser honrados y cuidar el prestigio de su nombre siendo honorables en todo sentido. Cuantas veces encontramos inconsistencia entre lo que se predica en clase y lo que se ve en casa o en la misma escuela: ¡incentivo para copiar, facilismo, comercio de notas, palanqueo, favoritismo, inmoralidad…! Con esta receta se mal prepara a los futuros empresarios y funcionarios corruptos. 

No eduquemos para el conformismo. Esto, a más de cortar las alas para ser mejores cada vez y aspirar a metas altas, choca contra la naturaleza de los estudiantes. A este respeto deseo citar al Dr. Felipe González M., ex Presidente del Gobierno Español: «No eduquemos para la pasividad…, necesitamos una juventud preparada y con espíritu emprendedor, no con vocación de burócratas sea del Estado o de empresas ya establecidas». 

Los jóvenes siempre han sido inquietos y curiosos, y han gustado experimentar personalmente las opciones que la sociedad presenta como deseables o de moda. Aprovechemos de esta constante para encauzarlos buscando lo mejor para ellos, y por tanto, lo mejor para el Ecuad 

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