22 noviembre, 2024

La necesidad de un gobierno de transición en Ecuador

La “rata del ático” entregó el poder a Lenin Moreno, su ex coideario, y le dejó de herencia un país sin estado de derecho, sin división ni independencia de poderes, sin libertad de prensa, con persecución injustificada, con presos y exiliados políticos.

Lo más grave fue que en su manera pecaminosa de hablar, resalto un modelo exitoso lleno de bondades y con una mesa llena de manjares, sin mencionar que él sabia de la gran enemistad entre Lenin y el nefasto vicepresidente Glass: ¿Mal reparto? ¿Humillación? ¿Complejo cuántico? ¡Váyase a saber! Lo más probable una mezcla muy inestable. 

Calculó bien que el ecuatoriano, siempre una persona de bien estaba feliz, y por lo tanto el fraudulento continuista que había sostenido con migajas por muchos años estaría feliz de mantenerle tibia la silla. 

La rata Correa había hecho de Ecuador un eslabón más del castrochavismo y florero del Foro de Sao Paulo. 

Al fin el descendiente de una “mula” traficante de droga había aprendido sólo lo malo y desbarato toda la estructura de solidaridad entre conciudadanos, corrompió a miembros del orden, y aplanó todo obstáculo que obstruya su infame plan de desvalijar el tesoro público. Más aun implementó oficialmente el mayor mal que ha afectado a la humanidad y que por su experiencia era absurdamente rentable. El narco tráfico con su agravante relacionado: el terrorismo.

La rata dejo un país sin estado de derecho y su futuro hipotecado miserablemente con la aquiescencia de muchos “líderes ‘enemigos’ políticos”, tal cómo se mercadeaban durante el día, pero hermanos de pierna y socio de reparto entre gallos y medianoche. 

“” El año 2012 el ex presidente de Ecuador Osvaldo Hurtado publicó su libro «Dictaduras del Siglo XXI el caso ecuatoriano», en el que denunció la dictadura de Rafael Correa. Demostró que «Hugo Chávez en Venezuela desde 1999, Evo Morales en Bolivia desde 2006, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua desde 2007», «accedieron al poder mediante el voto libre de los ciudadanos, pero una vez instalados en el gobierno se las arreglaron para, a través de sucesivos mini golpes de estado, desconocer el orden jurídico bajo el cual fueron elegidos y conformar un sistema político contrario a los principios democráticos»“.

Usando su arte de birlonga triunfa el certero mitómano y juega lo que en ecuador se lo suele llamar popularmente como “pepo y trulo”. 

Empero el aniñado, semejante a un niño por sus acciones, estalla en pataleta “al sentirse el premiado cumpleañero, quiere manejar a los demás e imponer su quimera de ser más astuto”. Mientras los demás se reparten la torta y en amarre separado juegan con él al “burro ciego”. 

Todo juego al fin cansa y con una población buscando un mejor futuro, debió ser serio. 

¿Quién puede considerar la inseguridad y el sicariato un juego? ¿La falta de servicios de salud una distracción? ¿La incapacidad de superación profesional? … Etc. 

Consideramos nuestro deber cívico lograr una transición a un cambio total después de dos siglos de la Batalla del Pichincha. 

Un gobierno de mutación a la auténtica democracia encara «un proceso de transformación de las reglas, de los mecanismos de la participación y de la competencia política» para devolver los elementos esenciales y las condiciones generales de la democracia pura: Significando auténtica justicia para todos, trabajo digno, óptima calidad de vida, buena moral con civismo, y respeto irrestricto. 

Poner punto final a esta rara fiesta ridícula. 

Ecuador, que sin que nadie lo espere e indignamente engañado, se enfrenta a un plan de gobierno totalmente distinto al ofrecido y que los ecuatorianos, legítimos mandantes exigen. 

El precio que paga Guillermo Lasso es un enorme desprestigio ante los afectados por el procedimiento impuesto por él y sus cómplices bribones fingiendo ser ¡¿“Opositores”?! 

Con elección “profana” (por evitar el adjetivo) de por medio, jamás se esperó un mandato continuista y subordinado al estigmatizado. 

Nada de esto se avizora y la reivindicación de los principios y valores de la libertad y la democracia brillan por su ausencia. 

Tenemos que enfrentar un proceso de desarme de la dictadura y la restitución del estado de derecho, la independencia de poderes, la justicia fuerte e independiente, la libertad de prensa y la ganancia de un cambio a un nuevo amanecer.

La rata y su heredero ya no están, pero el compló de la dictadura existe y es más fuerte porque tiene mucho poder derivado de nuestra riqueza robada y de otros pródigos en recursos con los que busca impunidad y retomar el poder.

Claramente descuellan muchos intereses y los caudales mal habidos de quienes con ratael a la cabeza cometieron gravísimos delitos, incurriendo prácticamente en todos los tipos penales, con alevosía y reincidencia de dominio público indirecto y gracias a la acción del gran hermano del norte con pruebas irrefutables palmarias.

Los problemas de Ecuador son múltiples, pero sólo en una gran unión y sincera fraternidad cívica-militar, sumando a esta la ayuda de naciones dispuestas a ayudar fijar los temas esenciales que son el marco jurídico y político para la restauración de la democracia y la economía. 

Basta ya del medio establecido para oprimir, delinquir y encubrir con falacias legales. Basta se la situación económica de crisis con endeudamiento extremo endosada al pueblo. Basta ya de corrupción. 

Estos temas para volver a la normalidad serán la «estrategia central del país».

El pacto nacional que buscamos es un gran acuerdo de todos los actores democráticos, sobre los fundamentales problemas nacionales que deben ser tratados como «Políticas de Estado» que tengan un sólo rumbo recto al progreso humano independientemente de la ideología o posición de los partidos que asuman el poder. 

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Ayudando a Melvin

Yo no quisiera ser Melvin Hoyos Galarza en estos momentos. Su nombre y él mismo están en boca de todos como cucaracha en pico de gallina. Si Melvin y quienes le rodean en el Museo Municipal de Guayaquil fuesen un poco más inteligentes, con abrir una ala para arte especial en el afamado Salón de Julio, se hubiesen ahorrado toda esta trifulca moralista. El arte no puede reprimirse ni puede definirse como un concepto objetivo. El arte se expresa libremente: su impacto es emocional, y luego esa emoción inicial nos invita a reflexionar en razón. Pero el puntillazo inicial es sentimental, la emoción que el artista pretende arrancar de su público con su obra. De seguro Melvin conoce esto, por algo es director municipal de cultura, ¿verdad?

Pero hoy he decidido en esta columna darle una mano al atribulado amigo Hoyos. Sin ánimo de apagar el sanísimo debate que se ha abierto en GYE sobre la libertad de expresión artística en un concurso se supone libre, quiero compartirles una emoción muy dulce que sentí hace unos días.

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