La intención de establecer niveles de gratuidad a costa del Estado para casi todo lo económicamente representativo es una utopía propia del anarquismo. No existe siquiera un país en el concierto de naciones en el que su economía haya florecido brindando subsidios indiscriminadamente o instituyendo exenciones, menos aún permanentes. Las prebendas estatales en líneas generales restan competitividad económica, infieren distorsiones multidimensionales, reducen sistémicamente los índices de productividad, aniquilan la consecución del pleno empleo y destruyen las perspectivas de superación de los pueblos.
Los altos estándares de vida del primer mundo no llegaron ni se establecieron por acaso, fueron procesos largos y no menos tortuosos superados gracias a la institucionalidad imperante en sus jurisdicciones. Estas sociedades, tampoco libres de desafíos, se debaten permanentemente por alcanzar un armonioso balance entre crecimiento económico, inflación, tasas de interés, impuestos y su impacto directo sobre los consumidores.
El Ecuador debería ser primer mundo, pero apenas una ínfima parte de su riqueza está volcada a producir bienestar a través del empleo y el consumo. He ahí parte del porqué gran parte de su élite político económica y el submundo de sus acólitos no podrían solventar el alto nivel de vida del que presumen. Esta es una máxima histórica que no cambiará sin que antes establezcamos el imperio de la ley. Nuestro futuro está demarcado por el nivel de institucionalidad al que estemos abocados como sociedad.
Europa pudo globalizar una visión equivocada de «justicia social » gracias al plan Marshal, pero parece que ya se ralentizó ese empujón y ahora está en campaña para que los países que respetan la economía de mercado cambien sus leyes en lo económico, para hagan lo mismo que ellos.
Por eso se refieren a los gobiernos que tienen una economía de mercado como «derecha extrema».
Los canales de TV que me llegan por Directv, son de izquierda y tratan de que a los países que son de derecha no les vaya bien.
Los izquierdistas de el planeta están tratando de que todos lo sean.
Sólo defienden los DD.HH. de los izquierdistas y miran con indiferencia lo que sucede en las dictaduras de izquierda.