22 noviembre, 2024

Sí, pero no, señor Nebot

Los cambios estructurales que requerimos en el ámbito estatutario y por la vía institucional precisan de la voluntad política de quienes ejercen el poder, máxime frente a los múltiples candados constitucionales existentes. Nuestros mandatarios, sin embargo, no están encaminados a realizar ningún esfuerzo, ni político, peor cívico, por lograrlo. Simplemente no es prioridad. El legislativo busca socavar el mandato presidencial, Carondelet no acierta en conducir el Estado y la sociedad civil carece del peso mediático suficiente para enrumbarlos hacia la consecución de acuerdos trascendentales. Somos un país dividido entre una polarización de poderes.

El gran problema del país no yace en su actual estructura política, sino en la falta de institucionalidad. Sin un verdadero imperio de la ley poco será lo que el federalismo, sin duda la mejor tesis estructural, pueda aportar hacia una mejor conducción estatal.

Nebot no está equivocado en el potencial del federalismo, pero su mensaje está enquistado de sus consabidos cálculos políticos en pos de mantener control de las estructuras sobre las cuales marcha el país. Es ahí donde algo que es positivo, un Ecuador federal, se rinde ante su proponente, cuando debería ser todo lo contrario. El federalismo no puede estar a merced de nadie en particular, menos aún ante quienes por tanto tiempo nos han gobernado y traído de una forma u otra a la miseria actual en la que nos debatimos. Propuestas sobran, faltan renunciamientos, pero quieren que votemos por los mismos. ¡Ya basta!

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¿Qué pasó con las autonomías?

El concepto de las llamadas autonomías surge en la Constitución de España de 1978. Fue César Coronel Jones, un prestigioso catedrático de la U. Católica de Guayaquil quien comienza a difundirlo en su cátedra. Es un término intermedio entre el federalismo y el estatismo atosigante implementado por el Generalísimo Franco allá en el Madrid absolutista. Quienes comprendimos la idea comenzamos a usar esa mágica atracción que el término autonomías ejerce en Guayaquil en reemplazo de esos verbos indefinidos como lo son “descentralizar y desconcentrar” que resultan vacuos y puramente burocráticos. Se evitaba así evocar la palabra separatista que está implícita en aquella frase impresa en el escudo de la ciudad que dice “Guayaquil Independiente”. Ya era tarde para eso que se le fue de las manos a J.J. Olmedo porque, siendo poeta, no supo manejar las armas.

Fue el matemático Juan José Illingworth –cuando estuvo a cargo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEN) durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén– quien destapa y publica cifras estadísticas respecto a la realidad del país en el Censo de 1.990. Ahí quedó gráficamente demostrado la inequidad regional. Esos indicadores eran: agua potable y aguas servidas, energía eléctrica, teléfono, escolaridad, camas hospitalarias. Se elaboran mapas de pobreza que destapan la cloaca y logran que la palabra “autonomías” prenda con fuerza incontenible por la indignación en Guayas.

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2 comentarios

  1. Muy de acuerdo que el cálculo es político, pero sería prudente analizar las razones por las cuales Correa inició un desmembramiento del Estado, llevando Sedes a Guayaquil y, sobretodo como de pronto la Sede de la Superintendencia de Compañias, Seguros y Valores ahora está en Guayaquil, además igual movimiento, aparentemente sin razón política, hizo con la CFN, institución que nación en Quito y era un organismo con alto grado de pulcritud en sus manejos económico y convendría analizar que actos realizaron esas instituciones de financiamiento y control estando en Guayaquil, quienes han sido sus beneficiarios, quienes han sido favorecidos con esos famosos juicios de coactiva, quienes están gozando con créditos impagos, que aparecen con garantías truchas que no cubren sus préstamos.

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