Las más altas autoridades del Estado persisten en convencernos que, a través de una mayor tributación, se va a reactivar la economía del Ecuador; lo que pone de manifiesto que el sentido común no es coherente con la macroeconomía que diseñan los gobiernos.
Esta afirmación tantas veces repetidas, ofende la inteligencia, y deseo que alguien me explique cómo es posible reactivar el aparato productivo, cobrando más impuestos. Peor aún si se trata de tributos que no son de cobro directo, sino que más tarde serán controlados por un funcionario, corriendo el riesgo de ser extorsionado.
Lo que el sentido común me indica es que debemos buscar la manera de crear confianza y condiciones favorables para que regresen los capitales que se fueron, e incluso captar nuevos recursos. El aumentar la carga tributaria, sin recibir la retribución de mejores servicios públicos, hace que se aleje el interés de invertir en el Ecuador y que, quien tiene los medios para hacerlo, prefiera países más seguros y rentables.
Los países del sureste asiático dieron condiciones impositivas favorables tales, que atrajeron masivamente a los capitalistas de todo el mundo. Extendieron una verdadera alfombra roja que aceleró el crecimiento y bajó el desempleo, de modo que mantuvieron por varias décadas sus índices macroeconómicos en un nivel envidiable. Corea, por ejemplo, en 30 años, subió el Producto Nacional Bruto de 2,3 mil millones de dólares a 170 mil millones, mientras el ingreso per cápita pasó de 87 a 4.040 dólares. Taiwán, con una tasa efectiva promedio de impuestos de 5,66% asombró al mundo con su capacidad de exportar y el increíble nivel de su reserva monetaria internacional. En fin, no hay que ser un genio para darse cuenta que la actual receta ecuatoriana no funcionará. Abonan contra ella la historia y la experiencia.
Los rectores de nuestra economía se esmeran en hablar de cultura tributaria, sin querer ver que esta cultura se inculcará en los ciudadanos si primero se inyecta en los burócratas la cultura al servicio, razón primaria de la existencia del empleado público a todo nivel, desde el Presidente de la República, hasta el más humilde barrendero. Estos mismos rectores de la economía nacional, los que se parapetan en la cultura tributaria para exigir más y más gravámenes, son los que nos hablan de la reactivación económica a través del pago de tributos.
Este planteamiento es contradictorio, por lo que agradeceré que alguien me explique: ¿cómo se puede incentivar al productor, mermándole las utilidades?
¿Por qué no decir la verdad? Que la impuestomanía con la que nos persiguen tiene por finalidad cubrir el déficit fiscal, en beneficio de unos pocos y empobreciendo a la mayoría. Lo racional es nivelar el déficit nacional reduciendo drásticamente los gastos públicos.
Aprovecho este medio para compartir con nuestros lectores, una curiosa definición de burocracia que me llegó por Internet:
“Burocracia es el arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil”.
No por curiosa deja de tener mucho de verdad.