El pensamiento filosófico del hombre en el año tres mil será sustancialmente diferente al de hoy. La tecnología existente para ese entonces, regirá la conducta de los habitantes del planeta.
Los pobladores de la raza humana serán ciudadanos universales y los límites de las fronteras no existirán.
Habrá una raza dominante y otra dominada.
El promedio de vida será mayor, debido a la supresión de muchas enfermedades mediante el manipuleo genético y la reposición de órganos enfermos por sus equivalentes sintéticos.
En esa época, el problema no serán las enfermedades tradicionales, sino los nuevos virus que habrán desarrollado resistencias inmunológicas por las sucesivas mutaciones para adaptarse y sobrevivir.
Esos virus y sus enfermedades serán microorganismos traídos a la tierra por los viajeros del espacio.
Los futuros sistemas de comunicación serán inimaginables y de velocidad insospechada.
Existirán microchips implantados en el cerebro de los humanos con una información ilimitada al alcance de cada terrícola.
Mediante estos circuitos informáticos se controlará a los pobladores de la tierra. En todo momento se sabrá donde estaremos, e incluso se programará
nuestro ciclo reproductivo de acuerdo a las necesidades universales. Aquellos que ostenten el poder serán los que tengan la mayor cantidad de información disponible.
La alimentación será diferente, más simplista y nutritiva. Las especies de animales disminuirán y se conservarán como patrimonio histórico de lo que alguna vez fue la tierra. Nos nutriremos con cápsulas o fluidos que contengan los requerimientos básicos necesarios.
El mismo avance tecnológico cambiará nuestra conducta, ya que el intercambio constante entre el hombre y la máquina, generará un nuevo prototipo de terrícola, más tecnificado, menos humanizado y con dificultades en la interacción con otros las personas.
Seremos egoístas, prácticos y agnósticos.
Incluso las religiones actuales serán rituales del pasado igual que los antiguos mitos hoy lo son para nosotros.
El hecho de haber descubierto seres vivos e inteligentes en otras galaxias, obligará al replanteamiento de las posturas religiosas y desembocaremos en la verdad de que Dios no puede ser de sexo masculino, judío, chino o de la India. La religión buscará respuestas filosóficas en la energía universal, amparándose en conceptos individuales que permitirán al individuo interactuar consigo mismo para comprender mejor su papel en el universo.