“Te trataré con ternura hierba rizada,
puede ser que brotes del pecho de los jóvenes,
puede ser que si los hubiera conocido los hubiera amado;
puede ser que brotes de ancianos, de mujeres,
y de niños arrancados prematuramente del regazo de sus madres,
y aquí eres el regazo de las madres.”
Sembramos dos árboles en la casa de la playa y les pusimos nombres para que la memoria de quienes recordamos en ese momento, no sea olvidada mientras estemos aquí.
Sembramos dos árboles, Lidia los eligió con flores, uno con flores blancas y otro con flores rosadas.
El de flores blancas representa al niño que perdió mi mamá y el de flores rosadas a la niña que perdí yo; no se si fue niño o niña, pero la imagino niña y la llamé Mafalda.
Sin recriminación, sin culpa.
Los sembramos con amor para que cada uno ocupe el lugar al que pertenece en nuestra historia.
Al final, todos seremos parte, de alguna manera, de la naturaleza. Mejor partir con la memoria limpia y el corazón contento. Y con las cosas dichas, sin ocultar nada.
Hay cosas en la vida que no se pueden remediar de otra manera, así que se arreglan como pueden ser arregladas en el hoy, y para el bien de todos. Pensamos que lo que pasó fue pensado por hacer un bien, pero sabemos, ahora, somos conscientes, de que no es la mejor vía, en absoluto.
La vida, la vida, merece ser amada siempre y bajo cualquier circunstancia, defendida; pero a veces se queda desamparada y sola…
Más, haré de este escrito una esperanza, no un castigo más. Alguien lo leerá y dirá, optaré por la vida y ese alguien no se arrepentirá jamás.
A cada hijo mío le escribí una carta y las publiqué, compartiendo mi intimidad con otros para contribuir en algo con alguien, así, como tantas personas lo hicieron conmigo. A esté hijo, hija, cuya memoria vive en el árbol de flores rosadas que sembró Lidia, le dedico estas líneas con amor. Y ese hermanito que nunca conocí, también.
Ya que aún sin conocerlos, los he amado.
Junto a Lidia y a Paula, los amamos tanto, mientras leíamos a Walt Whitman y sus insuperables poemas aquella noche en la casa de la playa.
“Están sanos y salvos en alguna parte;
el retoño más pequeño demuestra que no existe la muerte,
y que si alguna vez existió lo hizo para impulsar la vida,
sin esperar hasta el fin para detenerla,
y que cesó en el momento en que apareció la vida.”
Los dos párrafos citados entre comillas, corresponden al autor Walt Whitman, fragmentos de Canto a mí mismo.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad;
Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas;
doblan por ti.
John Donne, 1624
Hermoso escrito, yo perdi a dos niños el uno de dos meses de embarazo y creo que fue niña y el otro de cinco meses de embarazo ese fue niño me los recordaste y si deberia seguir tu ejemplo y plantar un arbolito en su memoria un fuerte abrazo.