21 noviembre, 2024

La afectividad…

Es una función de la actividad neuronal altamente especializada y la que da el tono emocional a las circunstancias que el ser humano debe vivir.

Desde el punto de vista anatómico y morfo funcional, este proceso se  realiza en el lóbulo temporal del cerebro y está regulado por un complejo sistema de estructuras en el encéfalo, a las que se denomina sistema límbico.

En este lugar se regula el equilibrio, integración y la elaboración de la conducta emocional.

Las emociones son estados de ánimo que se caracterizan por causar una conmoción orgánica y movilizar una serie de cambios químicos como consecuencias de impactos psicológicos o estímulos externos que son causados por los sentidos, las ideas o los recuerdos.

Alegría, pena, miedo, cólera, aflicción y repulsión son algunos de los sentimientos que el ser humano experimenta y expresa como emociones de distinta intensidad. 

Para que fluyan las mismas, debe existir un estímulo que las produzca. 

Una vez iniciado, este estímulo se integra en el lóbulo temporal del cerebro, para luego regularse y modularse en el sistema límbico y  finalmente expresarse como sentimientos que matizan o modulan la conducta emocional del individuo. El estado afectivo de las personas es una constante en la forma de ser del sujeto que le da la característica de su temperamento diario.

Esto es así, ya que independientemente cómo hayamos estado la noche anterior, sea tristes, cansados o alegres, al día siguiente cuando nos desenvolvemos en nuestra rutina cotidiana, estamos obligados a ser y comportarnos afectivamente con nuestra propia y cotidiana manera de ser o de otra forma, con la característica de cómo somos todos los días. 

De esa manera cada cual tiene una forma conocida de mostrarse, actuar y ser reconocidos por los demás.

Esta forma permanente de cómo somos o cómo se nos conoce en nuestro temperamento, constituye nuestro estado afectivo y es una secuencia constante que constituye nuestra forma de ser.

Sin embargo, esta continuidad afectiva puede ser modificada por factores externos o internos.

Dentro de los externos está todo estímulo que pueda ser reconocido como causa real, comprensible y que origine un impacto emocional en nuestra vida.

Así por ejemplo, yo puedo ser un hombre alegre como característica de mi continuidad afectiva, pero si se muere un familiar muy cercano, caeré en un estado de tristeza y modificaré mi estado afectivo de siempre, hacia la melancolía por esa pérdida. Igualmente puedo ser un hombre ecuánime y equilibrado, pero si me saco ciento chenta millones de dólares en la lotería norteamericana, me pondré eufórico, me dedicaré a la farra y dejaré mi habitual forma de ser para modificarla hacia una alegría extrema, pudiendo llegar a la euforia.

En estos ejemplos, una causa externa modificó mi cambio de conducta emocional hacia la tristeza o la euforia. Lo importante es que en estos dos casos, los cambios de mi estado anímico estarán presentes mientras dure el estímulo que los produce.

Por el contrario, en los cambios internos, mi estado emocional es modificado por trastornos químicos de mi cerebro, sin que existan causas exteriores o reconocibles que lo justifiquen.

A nivel cerebral existen unas sustancias llamadas neurotransmisores que deben pasar de una célula a otra a una velocidad determinada y en una cantidad determinada. El tono emocional constante está dado por el paso adecuado de estas sustancias químicas. 

De igual manera, el exceso de esas sustancias o el aumento de su velocidad en el cerebro me llevarían a la euforia, así como la disminución de las mismas o la menor velocidad de éstas me llevarían a la depresión.

Estos serían dos ejemplos de modificaciones internas químicas de mi afecto, donde no existen causas externas que sean los determinantes           reales o reconocibles de estos estados anormales. Esta es también la razón del uso de los medicamentos antidepresivos, ya que la finalidad de ellos es la de aumentar el número de los neurotransmisores que se han disminuido o también incrementar su velocidad. 

Por estas razones, los sentimientos y las emociones son determinantes y únicos en la expresión de la vida en los humanos.

El hecho de estar positivos o negativos frente a una determinada circunstancia, marca también el éxito o el fracaso en el enfrentamiento de la misma. Un vaso de agua lleno hasta la mitad es eso, solo un vaso de agua.  Sin embargo frente al vaso, habrá personas alegres que estén felices porque pensaran que el vaso se está llenando y por consiguiente tendrán agua. Por el contrario las personas tristes al ver el mismo vaso de agua medio  vacío, se deprimirán al pensar que se están quedando sin agua y morirán de sed.

El mismo vaso medio lleno o medio vacío según los sentimientos con que se lo mire, dará alegría o tristeza que dependerá del estado de ánimo con que se lo vea. Sólo mediante los sentimientos y las emociones se puede disfrutar plenamente todo lo creado. Sólo vibrando de emoción y viviendo con pasión, se podrá entender lo maravilloso de nuestra presencia en el universo y la verdadera razón de la existencia del mayor sentimiento que es el amor durante nuestro breve paso por la emotiva vida.

 

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