21 noviembre, 2024

Lo público, ¿Lo hicieron privado?

El magistrado romano creó el Derecho Privado y el Público, éste limitado por el primero que conlleva propiedad, libertad, democracia, relevantemente, la aplicación de la Justicia en la sociedad. 

Como toda manifestación humana a través del tiempo tuvo su corsi y recorsi, recordando a Giambattista Vico. Retroactivamente, el Derecho derivó en absolutismo en la propia Roma al transformarse en imperio disponiendo que lo preeminente estuviera gestionado por el Público-Imperial, culminando en la época feudal donde la inseguridad e inestabilidad originadas por las constantes invasiones hacía que las autoridades amuralladas en castillos o monasterios dieran protección al conglomerado social. 

Más tarde declinó por nuevas visiones transformándose en Derecho Positivo y limitándolo a lo prescrito en leyes aprobadas por el sistema jurídico conteniendo: respeto a derechos consustanciales del ciudadano inmersos en el Derecho Natural, protección por invasión, entre otros, encausados por teóricos de los siglos XVII y XVIII tratando de abolir el absolutismo ¿Se ha retornado a la época imperio-feudal en el siglo XXI? Recordemos para no olvidar y, fundamentalmente, no repetir tanta inmoralidad y quebrantamiento constitucional

La transgresión a dichos límites con abusos y robos del dinero del pueblo por personajes y su camarilla, es demostrativo en países influenciados por doctrinas totalitarias. En Ecuador individuos ejerciendo funciones público-temporales cometieron actos antijurídicos e inmorales. 

Evidencias ejemplificadoras: construcción de hidroeléctricas mintiéndonos (lo prohíbe el art.83 #2 constitucional: no mentir, no robar, no ser ocioso) al manifestar que se superarían las interrupciones en el suministro, bajarían costos y hasta…, venderla. ¿Ha ocurrido? No. Igual con los radares, eran para la seguridad nacional ¿funcionaron? Cuatro de ellos perecieron en accidentes con la pérdida de vidas humanas. Hoy vivimos en zozobra. Se dijo que China entregó  gratuitamente 10.000 rifles. ¿Dónde están? Aún no se sabe… ¿El Estado tiene, nuevamente, que hacer inversiones para la tranquilidad nacional? Sí, porque la maldad personal de incalificados se hizo parte del accionar público de esos anti-ecuatorianos, solo perseguían su riqueza personal. 

En seguridad social existe tal malestar, ejemplo, a los tres meses y más se conceden consultas médicas, a pesar de ser más de dos millones los dueños-aportantes. El gobierno de la década degenerada dispuso al “libre albedrío” la gestión administrativa-financiera cuyos fondos no le pertenecían, son “sagrados” cuyo acto fue de verdadero atraco impidiéndose atender la salud pública de los dueños-afiliados y jubilados. 

El camuflado e inestable dirigente de la “década degenerada” dispuso a diestra y siniestra de los mismos dejando calamitosamente al IESS, igual con el oro nacional, fondos del Banco Central, endeudamiento agresivo ¿Para qué? 

Sirvieron para  sobreprecios de carreteras mal construidas, hospitales abarrotados, colegios milenarios abandonados; la inseguridad aumenta cada día, cárceles atestadas de infractores dando lugar a múltiples crímenes; inundados de droga; pero, sí se atendieron asuntos personalísimos como control de  imagen, custodias familiares, viajes y más, es decir, se utilizó lo público como privado sin rendición de cuentas primando “la regalada gana” mintiendo una vez más al indicar que eran “gastos reservados” al no existir justicia constitucional u ordinaria dado el impedimento de ejercerla por haber colocado a “jueces” de su misma naturaleza, originando que campeara la corrupción con improvisados, obcecados nuevos ricos-servidores, dejando en indefensión al ciudadano común con infinita transgresión al marco jurídico. 

Este sí fue un grotesco y anti-humano corsi y recorsi olvidándose lo que dijo el prócer Olmedo en la toma de posesión del presidente Vicente Rocafuerte en 1835:

 “El Poder público no es una propiedad que se adquiere, no es un fuero, no es un premio que la Nación concede; es una carga honrosa y grave, es una confianza grande y terrible, que lleva consigo grandes y terribles obligaciones. El ciudadano investido del poder no tiene otros derechos y otras prerrogativas que las de tener mayores facultades para hacer el bien y la de ser el primero que tiene que andar por la estrecha senda de las leyes; ni debe proponerse otra recompensa que la de merecer un día por su moderación, constancia y cordial sumisión a esas mismas leyes, el amor de sus conciudadanos y la gratitud de la Patria.



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