Muchos historiadores de izquierda han escrito múltiples libros respecto a las haciendas costeñas, para atacar a los grandes productores y exportadores de cacao del siglo XIX y primeras décadas del XX, pero ninguno ha hecho una investigación formal de la historia de las grandes y medianas haciendas y la contribución de sus propietarios en beneficio del país. Será mi próximo libro. Ken Mecum en su obra sobre Rocafuerte escribió: “…pronto descubrí que muchos de los historiadores ecuatorianos, tanto del siglo diecinueve como del veinte, [escribían] de acuerdo con su afiliación política…” Así nuestra historia es manipulada en gran parte o escrita sin investigar a fondo. En coro se han limitado a repetir lo mismo. Varias haciendas coloniales fueron heredadas y estuvieron en la misma familia más de 100 años, no fueron todas usurpadas, se vendieron al terminar las epidemias de cacao entre las décadas de los veinte y treinta a precios de oportunidad; los afortunados fueron los ingenios de azúcar que en esos años comenzaron a despegar. Hubo haciendas que fueron donadas por no haber herederos. Siempre hay ovejas negras, son la excepción.
Toda hacienda tiene su historia, usualmente apasionante; atraviesan crisis y prosperidad. La que más me ha interesado es Naranjito, propiedad de María Josefa Bejarano Lavayen, madre de Vicente Rocafuerte. En los libros sobre Milagro y Naranjito hay datos aislados. La escritura debe hallarse en algún recóndito lugar, si no ha sido devorada por incendio, polillas o humedad. La extensión de la propiedad agrícola era enorme, incluía la hacienda Papayal que se convirtió en dos, Conducta y Venecia. Fue principal fuente de riqueza de los Rocafuerte, producía cacao, caña, algodón, tabaco, etc. Pero también alquilaban el estanco (monopolio) de minas de copey (brea) en Santa Elena, tenían una flota naviera y tiendas. En la Primera Monografía del Cantón Naranjito se afirma que Naranjito y Papayal correspondían a lo que hoy son los cantones Naranjito, Yaguachi, Milagro, Jujan, Marcelino Maridueña, Bucay, el camino hacía Naranjal y El Triunfo. Juan Antonio Rocafuerte, padre de Vicente, fue funcionario español que ocupó importantes cargos públicos, entre ellos capitán de artillería, alguacil mayor de la inquisición y alcalde ordinario del Cabildo de Guayaquil. Él al igual que los oficiales españoles anteriores y posteriores, combinaron sus responsabilidades reales con sus negocios personales. Es decir, en la época colonial, los “políticos” se hicieron empresarios a diferencia de lo posterior a la Independencia en que los empresarios se hicieron políticos. Al tener dos responsabilidades simultáneas, más de una ocasión se enfrentaron dos empresarios porque el que no tenía cargo público había sido juzgado por el otro. Es el caso de Juan Antonio, cuando se desempeñaba como juez de comercio, dictaminó sentencia contra el empresario Pedro de Arteta, el cual debía pagar mil pesos a Joseph Juan de Echavarría, conocido comerciante quiteño. Los negocios de copey de Juan Antonio incluían el estanco de las minas de Amotape en el norte del Perú. Los ingresos anuales de copey de las minas en la Audiencia de Quito y Virreinato de Perú le significaban 30.000 pesos cuando los ingresos de la Audiencia de Quito no sobrepasaban 2,270.000 pesos.
He revisado cartas comerciales de la familia Rocafuerte fechadas entre 1810 y 1834, no hay de Juan Antonio, falleció en 1796; existen de Jacinto Bejarano, hermano de Josefa Bejarano con su sobrino Vicente Rocafuerte y de este con su tío; de ella con su hijo, y con un empresario limeño que debió ser su agente comercial y finalmente de vendedores de maquinaria a Vicente. Son muy pocas, pero suficientes para notar la diversidad de actividades económicas de esa familia. Me ayudó a conocer más sobre Josefa Bejarano, la magnitud de su poder empresarial y económico. Sobre ella estaba investigando su vida empresarial con mucha dificultad, desde que en los ochenta visitando el Archivo Histórico del Guayas, encontré varios juicios que la misma había seguido a importadores que no habían pagado el flete de la carga en naves de su propiedad. A 1813 ella estaba entre los cinco exportadores de cacao más importantes, junto con José Antonio Amador, Bernardo Roca, Juan Millán, Santiago Vítores y Martín de Ycaza. Para 1832, era la tercera comerciante en tener mayor número,9, de tiendas en Guayaquil sólo superada, por las hermanas Paredes con 12 y Carlos Largomasino,10. Se desconoce lo que vendía. Seguramente una era la oficina para manejar su flota de barcos, otras para vender productos importados. Debió ser la empresaria más rica e importante de su época. Las cartas también revelan la estrecha relación entre ella y su hijo Vicente. Entre los documentos hay una liquidación de intereses al 6% sobre un capital de 25.000 pesos que en 1798 Josefa puso a la orden de Vicente que no lo podía retirar hasta cumplir 25 años. El corte es al 21 de diciembre de 1818. Entre capital e intereses Vicente tenía acumulado más de 40.000 pesos. A esa fecha él ya tenía 35 años, por lo que había comenzado a usar ese dinero, pero se continuaba llevando contabilidad. Vicente y su tío Jacinto Bejarano tuvieron estrecha relación, quien lo había llevado a Europa para dejarlo en la escuela. Jacinto posiblemente tuvo negocios con su hermana Josefa.
La primera carta del 19 de enero de 1810 es de Vicente a su tío Jacinto, uno de los hombres más importantes de Guayaquil: alcalde ordinario, comandante general de armas, comandante en jefe de la milicia, gobernador militar y gobernador civil interino. Por orgullo reconocía al rey como su único jefe. Jacinto tuvo rol protagónico en la formación de la personalidad de su sobrino Vicente, quien ya contaba con 25 años; tenía tres años de haber acabado su formación académica y estaba administrando Naranjito. Esta y otras cartas de él a su tío confirman que había negocios entre ellos. ¿Acaso Vicente buscaba asesoría para los negocios de la familia Rocafuerte o había interés accionario de Jacinto en el negocio de los Rocafuerte? La carta hace referencia a ventas superiores a 5.000 cargas (81 libras) de cacao entre el de producción propia y el comprado a tercero. Según Vicente la cosecha de Naranjito para ese año variaría entre 2.900 y 3.000 cargas. No hace referencia a la de Papayal. A esa época la producción total de Ecuador era 90.000 cargas. Ella debió mover no menos de 30.000 cargas anuales. También le comenta la venta de 60 cargas de cascarilla para comprar esclavos negros. El 1 de septiembre de 1813, nuevamente su tío le escribe desde Paita donde tenía el estanco de minas de sal, para solicitarle contactar a una empresa de Londres, con quien deseaba comenzar negocios. El 10 de noviembre del mismo año Jacinto le escribe para indicarle que había dejado Paita y se encontraba en la Península de Santa Elena para supervisar su estanco de minas de sal. Le comenta que no está contento con las condiciones del estanco a 100 años plazos y 1.000 pesos anuales de arriendo, por no haber privilegios exclusivos. Le menciona que dos fragatas inglesas que están en Santa Elena traen ropa para Josefa. Ella ha hecho un trueque con 20.000 a 30.000 cargas de cacao a 6 pesos la carga. El 19 de septiembre de 1819, Josefa garantiza a Vicente por la cantidad de 7.900 pesos exigidos por la Aduana de Lima de un contrato de asociación con José Villamil para enviar al Callao 2.000 quintales de tabaco de la Habana. Villamil tiene que cubrir lo que le corresponde. El 2 de febrero de 1822, W. Kemble envía una carta a Vicente que se encontraba en Lima para hacerle conocer que ha comprado maquinaria ordenada por él. Eran molinos de arroz y aserradero, no hace referencia al destino. Curiosamente ninguna de las biografías sobre Vicente se refiere a su estadía en Perú en 1822, ni el propio Vicente lo menciona en su autobiografía (A La Nación). Según esas obras, estuvo en la Habana en 1821, luego viajó a EE. UU. y en 1822 llegó a México. Hay varias cartas entre Francisco Xavier Yzcue y Josefa Bejarano sobre diversos negocios como la venta de 200 onzas de oro de propiedad de Josefa. En las del 23 de septiembre de 1820 y la de noviembre del mismo año hacen referencia a la llegada de harina desde Baltimore y tabaco de la Habana. De las 440 petacas de tabaco, por haber llegado en mal estado sólo se podrán vender 367 quintales, le comenta que Vicente en contacto con el Virrey se había informado que, por la estrecha situación económica, las exportaciones de Josefa no se podrán liquidar hasta después de 30 días. Asombroso comentario, el agente que vive en Lima no sabía lo que Vicente le escribió. Los Rocafuerte tuvieron que pagar 7.000 pesos del flete, valor que debía recuperarse en 30 días. Las cartas están llenas de malas noticias. Los 20.000 pesos que le adeudan por ventas de tabaco se pagan muy lentamente. Hay problemas con más de 6.000 cargas de cacao que van vía Callao a otros destinos. A la muerte de Josefa en 1826 las haciendas fueron divididas entre sus hijos. Conducta correspondió a Vicente. Las haciendas pasaron de generación hasta que se vendieron a terceros. La excepción fue la de Vicente, no tuvo hijos.
Muy interesante articulo don Guillermo!
John Uggen
Soy un lector asiduo de sus investigaciones y comentarios históricos. Deseo por este medio felicitarlo y entusiasmarlo en continuar con esta proficua labor. Gran abrazo
Estoy comprometido con la historia, a mi edad es una actividad apasionante. Actividades poco o no conocidas de Antepara, Olmedo y Rocafuerte se encuentran en el libro Bases de Gloria en la siguiente dirección
https://works.bepress.com/guillermo_arosemena/
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