Soy católico hasta la medula, creo fervientemente en DIOS PADRE, DIOS HIJO Y MARIA MADRE, pero creo asimismo en la libertad de conciencia y la libertad de expresión, y esta vez, con el más profundo respeto, no voy a hacer excepción alguna.
En el ecuador no existe ley, injusta o no, que criminalice a los homosexuales, y tampoco esas aberraciones se las considera como un delito. Contrario a aquello, vulnerando la Constitución de la República y el principio básico de la institución llamada familia, en el gobierno de Lenin Moreno se aprobó en la asamblea la ley que permite la unión matrimonial entre parejas del mismo sexo (Matrimonio Igualitario), entre cuyos objetivos de “los beneficiados”, se busca insistentemente la adopción de hijos a esos matrimonios, destrozando así el principio conceptual, estructural y básico de la familia.
Por otra parte, los movimientos LGBTQ, sin consultar a los padres, introducen reiterativamente sus tentáculos hasta en los planteles educativos a fin de “educar” a los niños sobre orientación sexual y reproductiva e identidad de género; para concienciarlos sobre la ideología de género, lo cual el momento de tomar decisiones por parte del niño y con plena libertad de hacerlo, aquello anula totalmente la patria potestad a sus progenitores
No conozco ningún tipo de jurisprudencia, repito, acá en nuestro país, a través del cual se criminalice la homosexualidad. Por otra parte, la actitud de rechazo a la comunidad LGTBQ se debe precisamente, entre otras aberraciones, al estilo inmoral que utilizan estas personas, por ejemplo, cuando salen a las calles a protestar, prácticamente desnudos y/o vestidos eróticamente con poca ropa, evidenciando así que “la sexualidad sin límites”, está por encima del bien y del mal
Me causa extrañeza, y lo digo con el más profundo respeto que, dentro del contexto de sus declaraciones, el Papa Francisco imponga a sus obispos a mostrar ternura hacia estas personas, lo cual de una u otra manera, al final rebota en la mente de los católicos.
Al respecto, no he escuchado desde el Vaticano, imponer a los obispos, que ellos demuestren ternura a los cientos de miles de niños cruelmente y salvajemente asesinados dentro del vientre materno y/o a los cientos de miles de niños y su familia, que continúan siendo víctimas de monstruos pederastas y hasta de sus padres adoptivos (matrimonios entre lesbianas y/o matrimonios entre homosexuales), tal cual el reciente caso del niño argentino, Lucio Dupuy, de apenas 5 años, cruelmente asesinado y destrozada en partes su inocente humanidad, por una pareja de lesbianas, siendo una de ellas su propia madre.
Pregunto: ¿Será posible acaso sentir ternura por estos monstruos?
Si existen países que proponen la pena de muerte para los homosexuales, existen también muchos otros que han creado leyes severas y crueles a favor del aborto (Entre esos, nuestro país), y permiten las aberrantes prácticas pedófilas, incluso y lamentablemente, el silencio y encubrimiento de algunas de las autoridades del Vaticano ante las reiterativas denuncias de actos atroces como aquellos.
Nuestra iglesia católica debe ser más prudente al emitir ese tipo de comentarios; por más que estos vengan del Papa. Mi infranqueable lucha contra el aborto y el rescate de la moralidad y la institución llamada familia, no me permite experimentar el más mínimo sentimiento de ternura para quienes son la antítesis de los sacramentos que Dios nos ha legado para ponerlos en la praxis; sin resquemor y/o temor alguno.
DIOS, VIDA Y FAMILIA