Mafalda a la enfermera: Tengo una necesidad urgente, la vacuna contra el despotismo, por favor…
Hasta puede aceptarse que la OMS hace lo suyo en el cuidado de la salud. Pero la desnutrición aguda o inanición, con proyección de aumento, que ha superado el tifus y la tuberculosis, causa el sufrimiento diario de más de 50 millones de menores en edad escolar. Aceptando, por cierto, con reparos, estas cifras del oficialismo.
¿Para quién sirve ahora la Declaración de Ginebra de 1924 y la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, sin olvidar la actual Convención de 1989,sobre los mismos derechos, que exhiben tanta preocupación por la mejor salud mental y corporal de cada niño? ¿Están en vigencia y práctica diaria o son únicamente parte de la biblioteca internacional de las ilusiones humanas?.
¿Cómo olvidar los niños, en general sin padres, que trabajan en desgaste emocional igual que los adultos, no reciben ninguna instrucción escolar, duermen a la intemperie y en muchas ocasiones son violentados, físicamente, por los mayores. ¿Y el desarrollo nor mal, material y espiritual del niño, y el derecho a una protección especial para su desarrollo, tal cual alardean los organismos mundiales de derechos?. Aunque todos de acuerdo muy poco se hace para cumplirlos.
Todo niño, de cualquier raza y situación social, debe estar protegido de todo tipo de explotación, en un contexto de excelencia solidaria. Solo así el adulto a nacer puede ser promotor de una sociedad de dignidad y humanismo. Por cierto que vivir, para el menor, en una forma familiar, en donde sobresalga el respeto filial, significa crecer en un destino de fraternidad…
¿Destino de fraternidad? Por supuesto. Sea entre indios, negros, blancos o mestizos… Sin maltratos físicos o sicológicos. En este camino como que se crea una sociedad para adultos con excelencia moral. Pero si es así, ¿por qué en Latinoamérica sigue pendiente, en los gobiernos de turno, su realización?