21 noviembre, 2024

El abuelo

Pienso que tenemos  que continuar, le digo a La VOZ, mi inseparable compañera, estoy muy reconfortada, oye, te has puesto a pensar cuantos Canceles hemos abierto unos los hemos encontrado  medios rotos otros han sido abiertos a la fuerza, ¿tú qué opinas continuamos o no?

La VOZ me responde: no creo que debamos quedarnos sin leer otros cajones. Bueno, le digo,  vamos pero que raro todo está oscuro no podemos seguir el camino está muy tortuoso, hay muchos árboles caídos, pero te has dado cuenta, le digo a la VOZ, ¡que peligroso el camino!, sigo hablando y digo, esto me sucede porque trato de retroceder en el tiempo.

Mira, mira,  grita la VOZ muy entusiasmada, encontré un papel en el piso lo voy a recoger para ver de qué se trata -préstame el papel- le digo, quisiera revisarlo. Tomo el papel en mis manos y alcanzo a leer un número: 1946, y ciertas palabras confusas como: papá. No entendía. Le digo a la VOZ: sigamos más rápido ya que tengo curiosidad de saber que paso ese año.

La VOZ me contesta: estamos bien cerca, mejor dicho ¡ya llegamos! En efecto, me acerco al cancel y lo contemplo estaba como medio enterrado. ¡Ayúdame!, le digo a mi compañera, logramos sacarlo y vemos que ciertos papeles estaban dispersos, los cogí en mis manos y me puse a revisarlos, y leo:

Se me nublan un poco mis ojos cuando empiezo a leer: “vivimos en la bella ciudad de GUAYAQUIL, en ese entonces esta ciudad era pequeña y todo parecía estar cerca. Nosotros vivíamos en la calle LUQUE, y siempre salíamos a pasear, a veces íbamos a la Rotonda hoy se llama Malecón 2000. O íbamos a caminar a la AMERICAN PARK, después se llamó parque GUAYAQUIL, luego lo remodelaron e hicieron un lindo lugar para Convenciones, todos estos cambios han sido para sea cada vez un lugar mejor para vivir.

Nos hemos desviado un poquito de nuestro recorrido,  mi padre tenía la costumbre de llevarme a caminar yo iba feliz, me llevaba al carrusel donde yo me subía a los caballitos y yo disfrutaba de lo lindo. Uno de esos días que salimos  a caminar, pasamos por un  chalet que tenia las chazas (ventanas) abiertas, yo miré y ví a un señor mayor vestido de azul y tenía sobre su cabeza  una gorra de capitán de la marina, lo quedé viendo y le dije: «buenas tardes abuelito», él con una gran sonrisa me respondió: buenas tardes nietecita.

Yo me sentía tan feliz, por fin tenía también un abuelo como mis compañeras de colegio. Al siguiente día en el colegio les conté a mis amigas lo del abuelo, desde ese momento, al igual que ellas, conversaba yo también de lo hermoso que es tener abuelo.

Seguía pasando el tiempo y la amistad con el abuelo crecía, mi padre se hizo amigo de mi abuelo y hasta le pidió disculpas por que yo lo llamaba así, pero el señor le dijo: no, no señor no me pida disculpas, al contrario yo soy muy feliz que su hija me llame así.

Yo tenía una nietecita y se fue al cielo, permita a su niña que me llame abuelito, papá se despidió del abuelo y me preguntó: ¿por qué le dices abuelo al señor, si tú sabes que no es nada para ti?

-Si papá yo lo sé, pero en el Colegio todas tienen abuelitos y yo no. Y ese señor es un verdadero abuelito ya que así me imagino que son, con barba blanca y gorra de marinero, y recuerde que usted me ha contado que su papá era coronel y usaba gorra – Mi padre se sonrió y dijo: bueno, también hubieras tenido abuelitos verdaderos pero se fueron muy pronto. ¿Y a dónde se fueron?, le pregunté y él me contestó: al cielo. Yo me quede callada.

Siguieron pasando los días, meses y años y cada vez que llegábamos al chalet del abuelo, mi padre se acercaba a conversar con él, un día nos presentó a una señora veterana, pero no me nació decirle abuelita.

Y ya era una costumbre parar en nuestro recorrido para conversar con el abuelo. Nunca pensé en las cosas que nos regala la vida, y que las puertas que vamos abriendo en nuestra existencia, a veces se cierran, tan pero tan fuertes, que dejan una herida difícil de sanar.

Un funesto día, pasamos por el chalet y vi la chaza cerrada, me quedé parada y me regreso a mirar a papá y le digo: «¿qué pasa papá?  Hay unas cortinas negras en la puerta y unos señores están afuera paseándose, por favor, pregunta, ¿qué ocurre?». El corazón sentía que se me salía del pecho, y me dio miedo mucho miedo.

Mi padre me dijo: tranquilízate hijita ya voy a preguntar qué ha sucedido, mi padre se acerca a los señores y se pone a conversar, el tiempo se me  hacia eterno. Que pasaría, veo a papá que regresa con la cara triste,  corro donde él y le pregunto: ¿entonces qué?…

Papá me abraza y yo le digo: «ya se mi abuelito se fue a reunirse con los otros que tengo en el Cielo», y me puse a llorar como la niña que era.

Pasó mucho, mucho tiempo para que yo pueda dejar de sufrir, aún ahora que este Cancel ha sido abierto, siento una tristeza inmensa por haber perdido a mi abuelito.”

Cierro el cancel y digo esto que acabo de leer me hizo fuerte en ese momento, y después esa fortaleza siguió creciendo hasta convertirme en lo que SOY.

Le digo a la VOZ:  este cancel lo  voy cerrar para siempre y por favor caminemos que quiero respirar aire puro. Así terminamos con la historia del ABUELITO…

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4 comentarios

  1. Que hermosa historia y cuan importante es tener abuelos que nos dejan muchas enseñanzas y sobretodo nos dan ese amor tan especial que solo los abuelos saben darlo.

  2. Muy linda historia. Cuán valioso es poder mirar atrás y ver cómo cada encuentro, cada reto, cada historia feliz o triste nos ha ido formando en quienes somos. Entonces podemos ver todos esos momentos , los buenos como los malos con agradecimiento; porque son ellos no seríamos los mismos.

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