¿Es que tiene sentido, en una democracia, una educación, sinónimo solo de instrucción, que en general no pasa de información de eventos, no siempre bien comprendidos? Por desgracia, para el tercermundismo la escolaridad, desde los primeros años, no es más que la inter relación de nombres y fechas, para aceptar, como verdad revelada, cierta heroicidad histórica…De tal suerte que los educandos son solo esponjas, para absorber el discurso docente no siempre bien elaborado.
La juventud, no recibe el mínimo necesario de enseñanza. Amén de que el conocimiento crítico está ausente.
Es indudable que la educación al menos por los países no desarrollados nada tiene que ver con la democracia. Niños y niñas, por millones, “viven” abandonados en habitaciones, de cartón y caña, y desde ese, su “hogar”, tienen que llegar también a sitios de cartón y caña, identificados para enseñanza y aprendizaje… Pero en verdad, en tales condiciones, ¿algo se enseña y algo se aprende? Mas aun cuando no está presente ni el desayuno en la mañana ni el almuerzo para el medio día.
La democracia, venida a menos, solo consigue ser una formalidad, en una sociedad que no la necesita al ser dirigida por grupos de poder económico, maniobrados por intereses políticos. ¿Podría la educación salvar esta anomalía al hacer comprensible las razones para la existencia de la democracia? En una sociedad sin esta querencia ninguna educación es seriamente válida en tanto conocimiento para el desarrollo. ¿Olvidar que el desarrollo es competencia, confrontación, teniendo en cuenta siempre el bienestar colectivo a obtener?
Una educación para la democracia no es más que la formación social, cultural, política, científica de cada integrante para establecer una relación positiva, de uno para todos y todos para uno, ante el imperativo de una sociedad coherente hacia el mañana.