La carga es pesada, pero el inicio de está oración tiene música, es compleja pero ligera, se escuchó de aquél de parada robusta, de mirada firme, de piernas caídas, que al girar y verte, dijo, no te olvides igual, que algún día morirás.
Los paladares de la exquisitez hacen la parada sin amonestaciones previas, sin aviso alguno. Crean esa falsa idea de alegría, de cómo cuando caminando, nos perdemos en el mayor de nuestros ideales, esa caminata se vuelve fuerte y gloriosa.
La gente aclama la grandeza de tus actos y sabes que tu eres el poder, más tus ideas son las que causan el cambio que todos anhelan, pero olvidas un gran detalle, no sabes cómo llegar a fin de mes.
En esos momentos de inspiración, donde por segundos, lo imposible pasa, la tierra se paraliza, la gravedad pierde decisión, la gente se despliega como ave, los sayayines por fin nacen, ahí andas, totalmente absorto en ti. Sabes que lo que sucede, parece lejano, lo que te vuelve a tu estado natural, son los desafíos de hoy. Sin embargo, eso que parece venir de un país lejano llamado Namek, puede llegar a suceder.
Es ahí donde el cuerpo convulsiona, comienza a nacer en ti algo nuevo, frases como “te jactas de que tiene plata, que andas con manes hasta las H…” llegan a ti, es ahí cuando debes de tener cuidado.
El momento cuando pierdas control sobre ti, cuando no reconozcas esa mirada que se cruza con el pensamiento, apártate un rato, camina despacio y deja que el susurro de los iluminados caigan sobre tu proyección ante los sucesos, más deja que el suave aroma de las palabras retumben en tu honor y tu eternidad :“Memento Mori”.