Para la mayoría de los historiadores, sus estudios y comentarios sobre los sucesos de la sociedad son objetividad, y proyectan sus críticas objetivamente. Pero en la pretensión de vivir qué mismo es la tal objetividad, todos la definen con su propia opinión, según sus propios saberes. La subjetividad, entonces, empieza aquí a jugar un papel de mucha importancia. ¿O será que la objetividad resalta como una subjetividad disfrazada? En Camus la “responsabilidad moral deviene o se entrelaza con la circunstancia histórica”. ¿O es que acaso puede el hombre realizarse fuera de la historia?
Ser objetivo es buscar la comprensión de los hechos sin mediatizarlos con nada fuera de su realidad. De lo contrario su desfiguración cobra efecto y aleja de sí su objetividad. ¿Es que puede entenderse, por ejemplo, como algo objetivo que César entrara a saco de las comunidades galas, y presentarse como líder y héroe en el senado y obtener su respaldo, con un informe no del todo verdadero? Para Humboldt al parecer, como en alguna ocasión lo expresó, la historia no era más que un añadido de situaciones, no siempre representativas. ¿Más subjetivas que objetivas?
Como que la objetividad en la historia se pierde más. mucho más cuando lo que se narra es biográfico. ¿O es que hay alguna biografía en que la subjetividad no exista? Ni las citas in extenso, ni los llamados a pie de página, ni las consultas bibliográficas, hacen de un escrito sobre historia la objetividad por excelencia. Quizás no hay biografías, con tanta vitalidad en un encantador estilo, que Las vidas de los Césares de Suetonio. Un genial resultado de revisión de archivos y auxilio literario de grandes escritores como Plinio