21 noviembre, 2024

Nueve de mayo

El nueve de mayo de este año, 2023, cumpliré un año de haber recibido la primera quimioterapia para tratar el cáncer de seno, que me diagnosticaron el año pasado. Pero más que ese aniversario que trae recuerdos caóticos de mi vida, es también el día del cumpleaños de mi papá. Eso es lo más importante.

Mi papi desempeñó un papel clave para mi recuperación y para poder salir adelante de ese hueco sin fondo en el que estuve. Él me sostuvo con paciencia, serenidad y amor. Pienso que logramos, increíblemente, gracias al cáncer, recuperar el tiempo perdido en el que estuvimos distantes. Aunque nuestra relación siempre ha sido bastante buena, el hecho de que mi papá y mi mamá se divorciaran, me llevó a vivir una situación algo rara, era como si debía tomar partido. ¿Al lado de quién estaba yo? Obviamente, del de mi mamá. Mi mami (aunque decía ser fuerte), yo la percibía desamparada, frágil, y de alguna manera se que ella no pudo superar esa situación del divorcio. En las reuniones familiares cuando asistían ambos, mi mamá, se las ingeniaba para hacer notar que ella estaba inconforme, con esto o con aquello referente a mi papá. Tampoco asimiló, por decirlo de alguna manera, el hecho de que mi papá se volviera a casar y mientras vivió mi mami, yo no tuve ningún acercamiento con la esposa de mi papi. Ni pensaba en ello, sentía como si yo estuviera traicionando a mi mamá, dejando de ser leal con ella. 

Pese a los problemas de pareja que tuvieron ellos, mi papá y mi mamá, mi papi siempre se portó bien con ella (a su manera), cuando lo necesitó; al menos, en los últimos años de su vida. Recuerdo que fuimos juntos a conocer la nueva casa de mi mami, y cuando ella enfermó, al primero que llamé fue a mi papá. Él estuvo ahí todo el tiempo. Lo mismo hice cuando mi mami murió, lo llamé y mi papi acudió de inmediato a mi llamado; me acompañó hasta el último minuto en el cementerio, cuando mis pies no podían despegarse del suelo, para salir de ahí, porque no quería dejarla sola…

Pasó el tiempo y tuve acercamientos a la esposa de mi papi, descubrí que es una persona muy buena y lo más importante, ella ama a mi papá, lo cuida y lo atiende en todo lo que él necesita. Ha demostrado querer a mis hijos, y conmigo se ha portado demasiado bien durante todo este proceso tan difícil, por lo que estoy muy agradecida.

Antes del diagnóstico de cáncer, yo estuve un par de meses con unas crisis de pánico muy fuertes; mi papá y su esposa fueron de una gran importancia para mi recuperación, su apoyo fue vital; a tal punto, que fui a pasar a su casa algunos días. Su hogar fue mi refugio, me sentía como una niña en busca de protección, de amparo. Yo estaba fuera de mi, absolutamente descontrolada.  

Luego, gracias a la insistencia de una de mis hijos, acepté la ayuda de una siquiatra, quien, gracias a Dios, con una medicación de muy bajos miligramos, logró estabilizar mi parte emocional. Luego llegó lo del cáncer, situación que no fue fácil. Me deprimía mucho, todo me daba miedo, me sentía como alguien que no valía nada, que no podía con nada. Lloraba muchas veces y me daba terror estar sola. Inclusive, imagino que, por la acción de ciertos medicamentos, perdía la noción de la realidad, y llamaba a mi mamá; les pedía a mi papi y a mis hijos que la traigan, yo la necesitaba junto a mi. 

Mi familia fue mi gran apoyo, pero en esta ocasión es el turno de agradecerle a mi papá. Su casa fue mi refugio y sus brazos fuertes me abrazaron tantas veces para hacerme sentir segura y protegida. Su esposa fue mi amiga incondicional. Sus palabras siempre dichas con amabilidad y cariño, fueron sabías guías para mí. 

Ahora pienso que todo eso que viví lo pude superar en gran medida porque mi papá estuvo a mi lado incondicionalmente; él me decía que mi mamá también estaba ahí a mi lado, eso, pese a él ser no creyente (de Dios, ni de espíritus, ni nada de eso). Me hablaba así para darme serenidad. No hay ni habrá palabras que puedan expresar toda mi gratitud y cariño. Más mi papá sabe cuanto lo quiero y así ha sido siempre, desde que era una recién nacida. Yo me acuerdo de cómo me acunaba en sus brazos y cantaba hasta que me quedaba dormida. Cuando íbamos al parque del Centenario a jugar; cuando me llevaba al carrusel del parque la Macarena (que estaba ubicado junto a la Casa del la Cultura-Guayas); cuando viajábamos a Lima juntos y cuando vivimos ahí. Yo lo acompañaba hasta la madrugada, en la universidad a donde daba clases, y regresábamos, a veces, caminando hasta la casa. Era caminar cuadras sin fin, cogida de su mano, tratando de no sentir el intenso frío y yo aguantándome las ganas de orinar. Le decía silbe papi, silbe. Para distraerme con eso, hasta que al fin llegábamos a la casa y yo volaba al baño. Era la época de la novela argentina “Papá corazón” y su protagonista era Pinina (Andrea del Boca). Así me bautizaron los del barrio San Martín de Porres, a donde vivimos en Lima. Me decían: ahí viene Pinina con el “papá corazón”. Razón tenían todos ellos, porque sin ese papá corazón no se que hubiese sido de mi vida ahora. ¡Gracias papi! y que podamos celebrar juntos muchos cumpleaños más. 

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7 comentarios

  1. Karina un hermoso relato de las experiencias de vida y del amor de los padres. Una pronta recuperación. Bendiciones

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