24 noviembre, 2024

¿Dependencia en democracia?

¿No es que la libertad es el principio mayor de la democracia? ¿Cómo así, por eso, puede existir dependencia en una sociedad que realiza su accionar en democracia? Los países conocidos como tercermundistas sufren, quiera que no, el desangre de su vivencia social, al soportar el autoritarismo económico imperial. Sus productos pueden ser inmejorables, pero están destinados a una compra venta forzosa y desastrosa, en tanto son negociados como residuos. 

Vivir en democracia en el tercer mundo no es más que subsistir en dependencia. Entre el miedo y la mentira.  Sin proyección de un destino propio. Solo existe el dominio de arteros dominantes…Y como bien dice Camus “el que quiere dominar es sordo. Frente a él hay que pelear o morir. Es por esto que los hombres de hoy viven en el terror… ajenos al entendimiento entre las fuerzas de la naturaleza y la amistad”. 

En democracia la dependencia es un instrumento de riesgo contra su propio existir. La libertad incluso, vital y necesaria en la democracia, deja de estar presente, por lo que esta pierde su razón de ser de todos y para todos.  

Es que con dependencia nadie está seguro de sí mismo, pues nadie responde por sí. La democracia, solo consigue ser una formalidad, en una sociedad que no la necesita al ser dirigida por grupos de poder económico, maniobrados por intereses políticos. El autoritarismo, encaramado en los niveles altos del poder, genera los caminos, los guías y los objetivos. 

Cuando se califica, por ejemplo, a los países tercermundistas de dependientes se está hablando, sin mucho miramiento, que su producción en verdad no les pertenece. Pero también que los precios de sus productos son impuestos no por su necesidad y calidad, sino por las ventajas socio económicas, de acuerdo a los intereses de la dependencia. 



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