Lo conocí cuando ingresó a trabajar como asistente de Danilo Carrera en una financiera de la que yo había sido el promotor y uno de los fundadores. Debe haber tenido alrededor de 17 años. Dos décadas después triunfaba como banquero y al mismo tiempo aceptaba elevados cargos públicos en el gobierno de Mahuad.
Por esa fecha; Jaime Nebot lo había llamado para hacerse cargo de la terminal terrestre; era una persona de éxito. Seguramente Lasso tenía grandes sueños y todos se iban materializando. Años después se retiró del Banco de Guayaquil para dedicarse tiempo completo a la política; quería preparase para ser presidente y no terminar con mediocres resultados como ha sido la constante a lo largo de la triste y atribulada historia ecuatoriana causante principal del elevado nivel de pobreza de los ecuatorianos.
Tomó al país, 140 años, para la clase media comenzar a crecer. Lasso quería ser recordado como uno de los mejores presidentes de la historia ecuatoriana. No me hubiera sorprendido si se hubiese puesto como meta, compararse con Vicente Rocafuerte. Dentro de su programa se debió haber rodeado de personas preparadas y con experiencia. Debió haber identificado cada una de las debilidades del sector público y encontrado las soluciones para ponerlas en práctica durante su mandato. En resumen, debió haber hecho un diagnóstico completo, al más mínimo detalle de lo que él requería hacer como gobernante. En esos años contrató a varios profesionales, entre ellos cerca de 20 jóvenes que trabajaban en Fundación Ecuador Libre, “thinktank” que nunca levantó cabeza. Muchos años atrás su primer director me invitó a visitarlo, apenas trabajaban tres o cuatro persona. Y me sorprendió porque Guillermo Lasso ha disfrutado de hacer cosas en grande. Marcelo Crespo Arosemena, hijo de Andrés Crespo Reinberg, fallecido hace muchos años, me escribía: “Sin duda Guillermo Lasso debe extrañar no tener a mi padre como asesor y consejero personal en estos momentos”. Marcelo vive En Estados Unidos, como muchísimos jóvenes profesionales. El emigrar no se limita a los pobres; la fuga de cerebros crece en forma alarmante. De mis dos hijos, la mujer se fue a estudiar hace 30 años y no regresó. De mis siete nietos, seis viven en el exterior, han terminados sus careras y no tienen planes de regresar. Dentro de mi familia debo tener cerca de 10 sobrinos (hombres y mujeres) que viven en diferentes países europeos y Estados Unidos donde han hecho sus carreras y no regresarán. Las noticias diarias en nuestra prensa son los pobres que arriesgan sus vidas tratando de llegar a EE.UU. Pero la prensa debería escribir sobre el enorme perjuicio por la fuga de cerebros.
En Guayaquil las cámaras de la producción jamás se interesaron en difundir los principios liberales dentro de un programa y metodología. Ha sido Dora de Ampuero con su Instituto Ecuatoriano de Economía Política quien durante 30 años o más sigue activa capacitando a jóvenes en principios liberales. Yo hubiese esperado que Fundación Ecuador Libre se llegara a comparar con la que fundó Osvaldo Hurtado en Quito que ha escrito y publicado muchos libros y dictado numerosas conferencias. Pero no es un instituto de pensamiento liberal como necesita Ecuador, nación que está llena de intelectuales de izquierda, la mayoría extremistas.
Lasso no tenía otra alternativa que convocar a la muerte cruzada; debió ser muy dura decisión porque al hacerlo sabía que su década de preparación no había sido suficiente para lograr su objetivo de ser considerado en nuestros futuros libros de historia como el mejor presidente por ser el que más se preparó. ¿En qué falló? Será materia de un próximo artículo.