Cocinar una comida y no comerla, llevarla al vecino para que la deguste…
1 de febrero de 2.022
La metamorfosis del amor en sus múltiples facetas, cuando aparece IIIiana, una doñita de unos 70 y largos, golpea a mi puerta.
Illi– ¿como estás?
Yo– excelente, ¿y Ud?
¿quiere pasar?
Illi– no, estoy apurada, solo que me acorde de vos y quería que pruebes el guiso de arroz que te cocine.
Yo– me acaba de alegrar el día. Mil gracias.
Nos dimos un abrazo.
La pregunta de todos los días, que vamos a comer hoy, que podemos cocinar, y de repente el almuerzo listo.
Pensaba en el tiempo de cocción, el trayecto de su casa a la mía, que ella esté pensando en mí mientras cocinaba,
utilizó minutos, segundos de su ritmo cardíaco para que mi alimentación pueda ser saciada.
Me enamoré de su amor, de sus vegetales y de su arroz por cierto.
2 de febrero de 2.022
Estoy preparando un flan para la señora que limpia mi casa, ella es agradable, atenta, respetuosa, honesta, o al menos es la faceta que muestra, pero confío en la gente, trato de que la violencia no me amenace, dejo que ella sea,
en mi casa,
nadie es más que nadie,
ella me ofrece su trabajo y yo se lo pago, ambos nos beneficiamos y al final del día pienso…
no importa el gusto del guiso de arroz, no importa si el flan estaba bueno,
importa lo que se gesta,
los aconteceres,
la visualidad,
el cara a cara,
el tiempo,
el vínculo,
los gestos,
las formas,
los aprendizajes,
las historias,
el servicio,
la colaboración,
el dar/se,
la vida, la muerte,
todo junto en un plato de comida.
Simple, como el amor, y como lo bueno!
hermoso, gracias por compartirlo!
Lindo cumpita.
Muy Buena, dani…abrazos desde clovis