24 noviembre, 2024

Los enamoramientos y coqueteos (2)

Conozco a muchos amigos que se enamoraron y posteriormente se casaron con alguna de las chicas del cuento. Muchos escogieron así, a la chica de sus sueños y sus matrimonios duraron muchos años. Todavía soy amigo de algunas viudas, que no se volvieron a casar.

A otras chicas, más avanzadas, generalmente del barrio, las invitabas al cine cercano del barrio donde vivían, a otras las visitabas en su casa, con horario, de tres a cinco de la tarde. Algunas mamás “alcahuetas”, se iban de compras o se les “ocurria” visitar a alguna vecina. Cuando te permitían visitar a tu enamorada en su casa, siempre había un ojo espía, detrás de las paredes, que discretamente vigilaba tu comportamiento.
En la época de mis hijos, los procedimientos eran muy similares, pero había las avanzadas, que se salían de las fiestas una hora, hora y media y regresaban a la fiesta. Ya las chicas serias, las conocían y los chicos también.

A mi hija, siempre la llevé en mi vehículo a sus fiestas, y regresaba a retirarla, muchas ocasiones cuando iba a retirarla, mi hija me decía, “Papi podemos llevar a sus casas a mis amigas”, nunca me negué. Después, lo hacíamos rotativo entre los tres o cuatro padres de las chicas y después, mi hijo mayor se encargaba de ese reparto, porque a mis hijos les enseñé a manejar antes de tener los 18 años, consecuentemente no podían tomar, por las redadas. Más hombrecitos, dejaban a mi hija en casa y con licencia de conducir, que las sacaban a los 18 años,volvían a las fiestas o al las discotecas de la época y eso ya era responsabilidad de cada uno de los que manejaban.

Cuando tenía unos doce años, me tocó el terrible papel de acompañar a mi hermana mayor a sus fiestas, porque la costumbre era que vayan acompañadas de “chaperona”, la hermana menor, la empleada de casa o la tía solterona, yo asistí como “chaperón” de mi hermana mayor y odiaba a sus amigas. Me sentaban en una silla en el corredor, me trataban de engreir y en ocasiones me dormía sentado. Mi padre que la recogía, me “salvaba la campana” y también tenía que llevar a sus domicilios a las amigas íntimas de mi hermana.

Así eran las costumbres y los controles de los padres de los años 65 hasta los 90 del siglo pasado.

En Alemania, garaspeas, cuando pasas cerca de una jovén que te gusta, pero sigues adelante sin mirarla. Los encuentros y los enamoramientos se dieron, después, en las discotecas serias donde concurrían las chicas a bailar, con la música del momento.

Conozco varios casos de matrimonios jóvenes que ahí se enamoraron y luego se casaron con ellas, ya no existían las fiestas en casa y los que las hacían eran los chicos, cuando sus padres se iban a la playa, eran buenas farras, pero no tan recomendables, en algunas fiestas, se decía, que brindaban cigarrillos de mariguana, por suerte mis hijos ya habían superado la edad de tales jóvenes y trabajaban o estudiaban en la Universidad.

En época, de las fiestas de mis hijos, se pusieron de moda las invitaciones escritas, en algunos casos, los listados de invitados, que las mamás controlaban sus ingresos, para evitar los “pavos”, que caían a las fiestas sin ser invitados y los que no constaban en la lista, se quedaban afuera y se iban a otra fiesta conocida, para ver si podían penetrarse en ellas. Generalmente eran los que se dedicaban a tomar y hacían los problemas en las fiestas, que los padres de las chicas tenían que intervenir y sacarlos de las orejas, a a cocacho limpio y a algunos a empujones. Siempre hay un desadaptado, que pone la nota diferente.

Cuando existía en el Guayaquil antiguo, “el Paseo de las Colonias” , los chicos se inventaron los “piropos”, muy elegantes y respetuosos, era otra de las formas de hacerle conocer a las chicas que te gustaban y ellas, en ocasiones, botaban un pañuelo, para que , los que venían atrás se los recojan y se los entreguen, por ahí empezaban los primeros diálogos.

No se trataba de que las sociedades eran mojigatas, si creo que conservadoras, pero era lo que se estilaba, según las clases sociales. Aún en los barrios habían sus protocolos, para enamorar, los que paraban en las esquinas. Que enamoraban a las empleadas de casa, “puertas adentro”, que vivían con sus patronos. Habían de dos clases, los patanes, que sus piropos empezaban con “mamacita o mamazota”, que les disgustaban y los educados, los”matones de barrio”, que les hacían una venia y con la mano les dejaban el paso libre o algún piropo elegante o les arrojaban al piso sus camisas para que las pisen, así las enamoraban y algunos del barrio se llegaron a casarse con ellas.

Conozco casos de chicas que se casaron con jóvenes trabajadores, que llegaron a tener mucho dinero. Eran chicas criadas con las mismas costumbres de los patronos y eran cuidadas por las abuelas.

Estas fueron mis vivencias de mi época infantil y juvenil, unas historias, las escuchaba de los mayores y otras, las leí en ciertos libros de lectura sobre las costumbres de las diferentes épocas de nuestra querida ciudad de Guayaquil.

Espero queridos lectores, concuerden conmigo, quizás ustedes podrían añadir alguna otra que se me escape.

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