Nuevamente los ecuatorianos estamos distraídos con el circo partidista electoral y descuidamos el mal de fondo que nos queja y es la grave crisis de institucionalidad que imposibilita cualquier buena intención o proyecto político con enfoque. La institucionalidad es aquella situación. De permanente eficiencia y funcionamiento independiente de todos y cada uno de los poderes del Estado y sus diversos organismos derivados.
La institucionalidad es enemiga natural de la corrupción, ya que con esta se dificulta la escalada de intenciones de personajes y funcionarios corruptos que perjudican así mismo el funcionamiento eficiente de dichas instituciones.
Una vez expuesto el problema, propongo una solución: Usar toda la capacidad de inteligencia y contrainteligencia que pueda contratar el poder ejecutivo para depurarse y depurar al Estado a nivel profundo y radical, un servicio de inteligencia extranjera contratado para dicha labor de detección y corrección de funcionarios corruptos desde la presidencia hasta la policía, podría darnos un mejor terreno para sembrar institucionalidad.
Este esfuerzo valdría la pena, ya que los ecuatorianos despertamos día a día a la sombra de enemigos silenciosos, infiltrados en todas las instituciones del Estado y que cual virus permanecen enquistados indistinto del gobierno de turno.
Tomemos como ejemplo a nuestra Policía Nacional: Si vamos a confiarle nuestra seguridad a la Policía Nacional, debemos primero reconocer que ha sido infiltrada por el crimen organizado, luego de reconocer esto, la depuramos con toda la capacidad d inteligencia y contrainteligencia posible, para luego procesar a estos malos elementos con una justicia que ya fue depurada bajo la misma modalidad del uso de la inteligencia y contrainteligencia extranjera en cooperación con la nacional.