24 noviembre, 2024

Confesiones

Cada vez entiendo menos. También me pregunto menos cosas. Ya no me atormentan tanto las dudas. Ni siquiera me preocupan. Sólo transito. Camino. Obedezco. Siento. Actúo. 

Tampoco me urge hablar demasiado. No tener las respuestas acertadas. Ni las palabras justas. La mayoría de las veces, sólo con el silencio alcanza. Lo voy descubriendo de a poco.

Todo lo que aprendí, de repente no era tan así. Es más, ni siquiera a Dios puedo alcanzar a interpretar. Es un misterio. Es demasiado grande. 

Cada persona. Cada historia. Cada corazón tan único. Sólo lo conoce su Creador.

Cada vez entiendo menos. Amo más…nada más. Me toca esa parte. Escuchar. Abrazar seguido. Hacer una cama. Sentarme al lado del que sufre y darle la mano.

Dejar la mediocridad. Ser menos religiosa. Más sencilla. Más genuina todos los días. 

A veces llorar y despojarme de mis propias ansiedades. De querer salvar a alguien. Estar en paz. Confiar en que Dios se nos adelanta, siempre. Es su característica personal. No deja tirado a nadie. Ni se olvida del que lo necesita.

Cada vez entiendo menos. Y yo pensé que sabía. Me creía que «la tenía re clara», pero me equivoqué. Es al revés.

Igual me siento mejor. Menos exigida. Más tranquila. Sin un dedo acusador que me señala, ni el propio que señala a otros.

Sigo siendo vulnerable. Tengo mis luchas. También reconozco mi cobardía. Es una materia con la que lucho, a veces me siento «Valiente» y otras «el Patito feo», pusilánime y floja.

Cada vez entiendo menos. Será que era al revés, la estructura que me armé de repente no era la única. Hay mucho más por conocer, hay mucha gente que no entraba en mi esquema pero está llena de sorpresas, de tesoros. Ya no me impactan las luces, ni me atraen los aplausos. Me siento mejor al lado del que pasa desapercibido, del que es feliz con lo que tiene. Del que se ríe de sí mismo. Del que no anda ostentando nada. Del que no se cree mejor que Dios…o que por profesar una religión está a un nivel mayor.

Cada vez entiendo menos. Hoy estoy, mañana tal vez no (no soy pesimista, sólo acepto que tengo un fin).

Disfruto más la soledad. Me uno al club de los que no obedecen todo lo que escuchan sin pensar. Intento que me influya menos la mirada del otro, aunque todavía me cuesta, está en mi lista de espera.

Busco a Dios en otros lados, donde es más fácil encontrarlo. No encerrado en cuatro paredes.

Cada vez entiendo menos, me llevo mejor con algunos que están catalogados como «fallados», se pueden llegar a sorprender de la riqueza que se halla en la fragilidad de esas personas.

Quizá debería saber más…pero a medida que pasa el tiempo, debo confesar… que entendiendo menos. 

Analía Duo

 

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“Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar escondido ni la oculta en una vasija, sino que la pone en un candelero para que alumbre a los que entren. La lámpara de tu cuerpo son tus ojos, si tus ojos están sanos todo tu cuerpo estará iluminado; pero si está enfermo, todo tu cuerpo estará oscuro. Cuida, por tanto, de que la luz que hay en ti no esté apagada”. (Lc 11: 33-36).

Si un labrador intenta buscar la belleza en una puesta del sol, lo único que descubrirá será el sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la tierra… mientras no comprenda que la belleza no es una cosa, sino una forma especial de mirar. Buscarás a Dios en vano, mientras no comprendas que a Dios no se le puede ver como una “cosa”, sino que requiere de una forma especial de mirar…semejante a la del niño, cuya visión no está deformada por doctrinas y creencias prefabricadas.

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