Ayer experimenté una nueva mirada acerca de la tristeza. Pude darme cuenta de que hay tristezas y tristezas. Tristezas que nos aplastan y nos impiden seguir adelante, tristezas momentáneas y pasajeras que solo actúan un ratito y se van, y otras que son tristezas canal, tristezas serenas, las clasifiqué.
Inventé un nuevo concepto de tristeza. Porque creo que tengo un recorrido bastante importante con ella, con la tristeza digo. De hecho, ya la considero mi compañera de camino. Pero lo que empezó como una tristeza que me aplastaba y diría que me desgarraba, hoy es una tristeza serena, que me acompaña de manera sana. Muy loco decir eso, de que hay algún tipo de tristeza sana. Pero así lo siento y lo experimento. Y eso para mí tiene un valor muy relevante. No hablo con la teoría, hablo con la vida.
Ayer me tocó estar en una reunión familiar con un paciente al que acompañamos que tiene una enfermedad limitante y que no tiene cura, de hecho, él ya sabe que pronto partirá a la eternidad. Nos reunimos con su familia y amigos para conversar con ellos y preguntarles qué sabían de la enfermedad de su hermano y, aunque algunos en principio lo querían negar, finalmente se llegó a una verdad que ayudó a transitar un momento súper doloroso y trascendental en un momento especial. La tristeza que traían era una tristeza pesada, que los aplastaba, que les aletargaba el paso y les costaba mucho. Porque la verdad estaba disfrazada o más bien, no estaba del todo dicha, o aceptada. Esta charla honesta permitió vivir estos últimos días de este paciente de una manera tremendamente diferente. Teniendo la oportunidad de cerrar su propia historia, de decir las palabras que quería, de pedir perdón y perdonar y muchas situaciones que hicieron que la tristeza pase de ser una tristeza que pesa, a una tristeza serena. Muy diferente una de otra.
La tristeza es real y muy humana, porque a ninguno nos gusta que alguien a quien amamos se vaya.
Pero cuando tenemos la oportunidad de cerrar nuestra propia historia, cuando aceptamos lo que nos toca, cuando la aceptación llega, cuando hay honestidad y coherencia, la tristeza cambia. Pasa a ser otro tipo de tristeza. Una tristeza mezclada con agradecimiento. Una tristeza que nos abre un camino a algo nuevo, nos libera incluso de adentro y nos permite transitar una tristeza más sana. Como un canal necesario por donde caminar, pero sin tanto peso, más livianos. Sabiendo a lo que nos enfrentamos, compartiendo momentos profundos, hablando con el corazón completo, dando lugar a lo que realmente nos interesa. Dejando que fluya lo que verdaderamente vale, donde hay encuentro.
Donde hay honestidad, donde hay perdón, donde hay reconciliación, donde hay palabras sinceras, donde hay amor verdadero, donde hay aceptación, donde logramos mirar de frente lo que nos toca por más doloroso que sea, ahí la tristeza cambia.
Podemos vivir con una tristeza pesada a cuestas, con una tristeza que nos limita indeterminadamente o podemos transitar el camino de la tristeza serena, la tristeza canal. Un canal en el cual también encontramos algunos tesoros que solo se pueden descubrir allí. Y aprendemos a darle un valor que nunca jamás le dimos.
Y hallamos una nueva dimensión, un canal, incluso, de más vida.
Muy conmovedor! Gracias por compartir!
Gracias Analía!, comparto mucho tus historias, quizás porque estamos de alguna manera unidas por un dolor igual!
Muy cierto. Si no permitimos que nuestra tristeza se convierta en canal, ésta será agua estancada en aquello que nos provocó dolor y solo nos servirá para re-sentirlo una y otra vez impidiendo que podamos perdonar y crecer. Gracias por compartir tu experiencia