Varios intercambios de palabras en el día de hoy (varios encuentros, diría yo) me dejaron diversos desafíos. Regalos, mejor dicho. Porque así los recibí, como un regalo para mí.
Me obsequiaron ánimo e incluso me dejaron pensando.
Tener cerca gente hermosa, sensible, amorosa, honesta y llena de contenido, produce eso, una edificación de la propia persona. Un crecimiento del alma, de la mente y del espíritu incluidos.
Una sanidad física podría agregar también. Porque todo tiene que ver con todo, desde ya. No podemos separarnos y tratar cada órgano como si fuera exclusivo y desconectado del resto. Somos seres integrales. De alguna manera todo lo que afecta nuestra alma, indefectiblemente afecta nuestro físico.
Esta mañana temprano me quedé con una frase que me dijo me amiga Silvia en respuesta a mi ¿cómo estás? Ella me contestó: “Por lo pronto, procurando la paz”. Tremenda respuesta. No pude sacarla de mi cabeza. La anoté y todo, y me la puse como premisa para este día. Procurar la paz. ¿Cómo? Me pregunté. Varias maneras me vinieron a la cabeza. Una fue: contestando bien a todos. A veces me sucede que, ante una pregunta tonta “para mí” respondo de manera hostil o burlesca. Una manera de procurar la paz es contestando amablemente haciendo sentir bien al otro. ¿Qué más? No discutir en vano. Esa, para mí, es otra manera. A vece no es necesario argumentar por todo. En especial con mi familia y mis hijos que la mayoría de las veces discutimos por pavadas como quién tiene razón en si correr o trotar es lo mismo, o si la carne cocinada tiene sangre o no o sobre quién usó la toalla mía y se confundió. En fin, disputas totalmente frívolas y sin sentido. Puedo procurar la paz restándole importancia a esa clase de cosas y priorizar la relación entre nosotros.
Hay varias maneras de procurar la paz. Yo seguiré haciendo mi lista y cada uno deberá hacer la suya. Y seguramente en la calle, en el trabajo, en el supermercado, siempre hay oportunidades para poner en práctica este principio tan hermoso que nos lleva a lugares mucho más ricos y sustanciosos. ¡Gracias Silvia por este regalo!
Otro regalo que recibí, ¡bah!, son varios, pero me quedo con uno más así no hago esta reflexión tan larga. Y esto se lo agradezco a mi amigo Martín, que me dijo entre otras cosas enriquecedoras: “No solo cuando me sano yo estoy bien, sino que afecta al resto”. Tremendo también. La sanidad propia no solo me afecta a mí sino a todos los que están conmigo. Por lo contrario, la falta de sanidad personal también afecta a los que están cerca mío. Y no hablo de enfermedades que no podemos curar nosotros, no hablo de patologías que algunos transitamos y que son parte de la vida. Hablo de lo que sí podemos hacernos cargo nosotros. Me refiero a ciertas sanidades que dependen de tomar decisiones, de buscar ayuda, de cambiar nuestra mirada. Me refiero a pedir perdón en algunos casos y sanar relaciones rotas por años. Me refiero a perdonar ofensas, algunas muy tontas pero que quedaron ahí, clavadas en alguna parte y me obstaculizan el camino, otras pueden ser heridas profundas, pero con la ayuda de Dios, siempre podemos experimentar el milagro de perdonar.
En fin, hoy les comparto estos dos regalos que fui recibiendo a través del día. Si alguno quiere compartir algún otro, lo recibo.
Hermoso relato! Me quede pensando en la fuerza de la palabra. Una de ellas tan cortita como es la “paz” y a la vez tan potente como para poder cambiar nuestra percepción de la vida. Gracias por tus palabras!