¿Quién no recuerda de niños ver las películas sobre los superhéroes, donde existía una eterna disputa entre el bien y el mal, el temible villano y el anhelado héroe?
El bien y el mal se han mostrado de infinitas maneras, comenzando por los libros espirituales, los Dioses y Demonios de las diferentes literaturas religiosas.
El famoso Ying- Yang de las culturas asiáticas del este, donde su símbolo se viralizó en diferentes representaciones comerciales, y es precisamente porque lo bueno tiene algo de «malo» y viceversa, y ¿quién podría olvidar el famoso dicho popular, «no hay mal que por bien no venga»?
¿Quién no se acuerda del famoso angelito bueno y diablillo malo que nos habla uno en cada oído y la constante lucha que implica escuchar el uno sobre el otro?
La estructura y la columna vertebral de la humanidad se encuentra conformada por este principio universal, traducido en miles de idiomas, literaturas, libros religiosos, parábolas, anécdotas, hasta llegar a Hollywood: Good vs. evil.
Pero lo más difícil es afrontar un mundo donde estas historias se convierten en realidades y la vemos en la cotidianidad, en la crueldad y maldad del ser humano desde sus mínimas acciones hasta los más sádicos actos como exterminar a todo un Pueblo con bombas. Y vemos su contraparte en la Creación de los bellos y misteriosos paisajes de la Tierra, la compasión y unión en la ayuda humanitaria, el caluroso abrazo de una abuela o madre, y las miles de acciones que nos sacan una sonrisa a diario.
Sin embargo, la mayor reflexión al acostarnos a dormir es preguntamos, ¿dónde nos encontramos en esta gama de posibilidades entre el bien y el mal? ¿Estamos escuchando más al angelito bueno o al diablillo malo? Y aún más complejo, ¿quién determinará si nuestra acción o pensamiento es «bueno o malo»? Y esa es la actual paradoja en la cual nos encontramos hoy.
No hay un juez imparcial, porque nuestro Dios se encuentra actualmente atado a una religión u otra, lo cual hace complejo ponernos de acuerdo. Y es en la complejidad del relativismo y lo que queda a la interpretación lo que ha creado el estado de confusión de la humanidad, y el debate que nos lleva a hacer preguntas como ¿si mato en defensa propia ó para proteger a mi familia, eso es hacer el bien?
Hay niveles de maldad que la mayoría estaríamos de acuerdo son inhumanos, pero el día a día no es tan extremo. Un pleito entre hermanos, una pelea de pareja, hablarle feo a alguien sin razón, que un hijo trate mal a su propia madre, que hagamos trampa en un examen, un engaño, infidelidad, la corrupción, falta de ética laboral, y así infinitas posibilidades, nos deja en una constante crisis existencial humanitaria.
El debate del bien y el mal no es fácil, por eso nos hemos llenado de jueces, juzgados, fiscales y abogados, para darle sentido a nuestra convivencia moral (o inmoral). A veces pienso que hacer lo incorrecto parece ser lo más sencillo porque es la idea que nos han «vendido», la fama, lujuria, opulencia, llegar a la meta «como sea» es lo que nos hará felices; sin embargo, no dudo que muchos sentirán el mismo vacío y remordimiento existencial, cuando algo no se hizo de manera correcta, cuando nos «levantamos con el pie izquierdo» y el día va cuesta abajo.
Y nuestras vidas se convierten en esas sumas de decisiones entre lo correcto e incorrecto, que es donde radica la raíz del bien y el mal, el ying-yang, y la mayor tarea que aprenderemos, será determinar la que nos lleve a tener una mejor calidad de vida para nosotros y nuestro círculo cercano.
Finalmente recordar que el Bien y el Mal habita en nosotros, y el estado actual del mundo es el reflejo del colectivo actual de la humanidad. Dependerá de nosotros mejorarlo, dependerá de nosotros tomar esa decisión todos los días de nuestra vida.
Excelente Articulo!.