Luego de escuchar una conversación entre dos personas donde una expresaba una necesidad extrema sentí una gran angustia.
Es tarde ya. Pero me quedé pensando en ese sentimiento que tuve. ¿Me impide avanzar? ¿Me traba? ¿Me estanca? O me interpela a ayudar más. A moverme y actuar. ¿La angustia como camino, como motor o la angustia como impedimento, como traba? Me desvelé con esa pregunta. ¿Debo tratar de no sentirla más? ¿O debo usarla para reforzar mi servicio al prójimo?
Dos alternativas. Un mismo sentimiento que me puede llevar a no hacer nada, a sentir lástima y eso es todo. O me puede conducir a la acción, a tener compasión y ayudar de la manera que sea. Dos propuestas. Una como camino y otra como un obstáculo.
La angustia como herramienta poderosa y así sacarle partida.
La angustia como trampolín hacia una alegría más verdadera, hacia nuevos horizontes y hacia la transformación de escenas luctuosas en escenas que cobren vida.