21 noviembre, 2024

Sujeto/sujetado por la familia que uno elige y no

Entre las plantas observo a mis vecinos, 

puedo escuchar sus murmullos aunque un poco difusos por sus lenguas,

solo advierto que,

desde que los conozco, no volví a ser el de antes.

Fuman, se bañan, 

ríen y corren.

Separo las hojas de a una y trato de no incarme, trato de observarlos.

Me da miedo a que puedan descubrirme y en ese intento mis esperanzas se van desvaneciendo.

Me acerco y se alejan.

Insisto, me acerco, me escondo, tomo agua y sigo.

Recuerdo la alegoría de Platón de la caverna y prefiero esperar aquí afuera, aunque el paso del tiempo no me acompañe.

Irremediablemente tengo que entender que cada especie, tiene su estilo de convivencia y está bien.

Miro hacia atrás pensando en que alguien me observa, miro alrededor y siento escalofrío en el cuerpo,

pienso que alguien está pensando lo mismo que yo en este momento en alguna parte de la vida del mundo.

Puede que me equivoque

pero aquí está sucediendo, y me siento dichoso de que yo esté para contarlo.

Siento que mis vecinos son mis grandes amigos, 

no los conozco,

no compartimos sentimientos ni formas,

los aprecio

y aunque esta no sea la mejor manera de dar cuenta de lo sucedido,

me pregunto

cual es la forma para sobrevivir sin relacionarnos?



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José Joaquín de Olmedo

Olmedo nació el 20 de marzo de 1780. Hombre grande y magnánimo de una sensibilidad de alma que destaca por la pureza de sus sentimientos y por la rectitud de su vida. No hay palabras que alcancen a describir su grandeza. “A Dios Glorificador: Aquí yace el Dr. José Joaquín de Olmedo. Fue el Padre de la Patria. El ídolo del pueblo. Poseyó todos los talentos. Practicó todas las virtudes”, reza con toda razón y justicia su epitafio. El célebre cantor de Junín no fue sólo un eximio poeta, autor de quizás el más grande poema épico de la lengua castellana, que engrandeció al Libertador de cinco naciones. Fue un abogado extraordinario, representó brillantemente al Virreinato de Lima en las Cortes de Cádiz, donde con su famoso discurso sobre la supresión de las Mitas, logró que se aboliera esa Institución, y fue designado Secretario de la Corte de Cádiz hasta que fueron disueltas por Fernando VII, que lo persiguió. Fue además un político brillante, redactó la constitución de Guayaquil en 1820, reorganizó el ejército y colaboró con Sucre en el triunfo de Pichincha. Un Estadista de dimensiones gigantes, un hombre íntegro en toda la extensión de la palabra, amado por sus compatriotas por su generosidad, su defensa de la justicia y su entrega al bien de la Patria. ¿Pruebas? Olmedo es el ejemplo a seguir para cualquier persona que busque con desinterés y con deseo sincero, servir a la patria y a sus compatriotas con amor, y el bien y el progreso de la Patria. Cuando murió, en todas las ciudades del país se celebraron funerales en su honor. Tras la Independencia de Guayaquil, fue designado unánimemente Presidente. Fue luego el primer Vicepresidente del Ecuador, puesto al que renunció por su integridad y por discrepancias con el Presidente Flores. Fue Presidente de la Convención Nacional que redactó nuestra segunda Constitución, en época de Rocafuerte y fue parte del triunvirato que tomó el país tras el derrocamiento de Flores el 6 de marzo de 1845.

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