21 noviembre, 2024

Discernir ¿Para qué?

Los jóvenes como los adultos debemos tomar decisiones. Y si no sabemos tomar decisiones de las pequeñas cosas cotidianas que nos hacen auténticos, alegres, que nos hacen comunicar esperanza no podremos tomar bien las decisiones trascendentales de la vida. Por algo un amigo expresó su queja sobre la relación con la chica que amaba:

“Ya me he pillado los dedos una vez. ¡Nunca más volveré a enamorarme!, dijo el amante que se había visto rechazado”. –“Eres como aquel gato que, habiéndose quemado por sentarse en una estufa, nunca más quiso volver a sentarse”, replicó el maestro” (T. de Mello Sj; ¿Quién puede hacer que amanezca? Pág. 48). ¿Qué falló? La capacidad de discernir. No suelen enseñar ni los papás, ni los colegios, peor las universidades el arte del discernimiento. 

¿Qué es discernir? Es una lectura narrativa de los momentos hermosos y de los momentos oscuros, de los consuelos, como de los momentos difíciles que experimentamos a lo largo de nuestra vida. No solo cuando queremos conquistar a alguien, ver qué deporte práctico, cuándo voy a ver un partido, con quién salgo, sino cuando quiero elegir carrera, cuando quiero resolver un problema, ver alternativas para superar un conflicto, elegir mis amigos, qué universidad elegir, entre tantas decisiones que debo tomar en mi vida. Si no aprendí a tomar decisiones en lo pequeño, jamás tomaré en lo grande. Como dice el Evangelio, es precisamente de las cosas pequeñas que nacen las cosas grandes (Lc 16: 10).

En el discernimiento es el corazón quien nos habla de Dios y nosotros debemos aprender a conocer su lenguaje. Para los que tenemos fe, no estamos arrojados al mundo por demiurgo, ni fuimos lanzados al abismo de la existencia por un azar o causalidad. Fuimos creados, y ese Creador se relaciona con nosotros y nosotros tenemos que discernir su presencia, reconocer su grandeza y saber agradecerle. Por eso, lo podemos llamar Padre o rechazar su relación, como en el relato inicial de los enamorados. El amor se acepta o se rechaza, se cuida o se descuida, se es fiel o no, pero se requiere creatividad, vigilancia, hacer memoria permanente del amor que consuela, anima, ilumina. Así es Dios, así debe ser nuestra relación con los demás, en donde el lenguaje no solo refleja una idea, sino una fuerza, hacerlo real y “permanecer en el amor”, para permanecer debo comprender sus signos, símbolos en que manifiesta su lenguaje, y esto solo se hace en el corazón. Dios me habla al corazón, como la vida, como el amor, como las experiencias de belleza, de verdad, de bondad. 

Decíamos que el discernimiento tiene un enfoque narrativo, no se detiene en una acción puntual, la incluye en un contexto, teje una historia, aquí surgen los pensamientos que debo saber de dónde vienen, qué me quieren decir, a dónde me lleva ¿es algo nuevo que me viene ahora o lo he encontrado otras veces? Saber mirar no solo lo exterior sino lo interior es una de las claves para tomar decisiones, para discernir la vida, qué me pide, a dónde me lleva. 

El relato de los acontecimientos de nuestra vida permite captar matices y detalles importantes, que pueden revelarse como ayudas valiosas que hasta ese momento estaban escondidas. Por ejemplo, una lectura, un servicio, un encuentro, a primera vista considerados cosas sin importancia, en el tiempo sucesivo transmiten una paz interior, la alegría de vivir, sugieren otras iniciativas de bien. Detenerse y reconocer, es importante para el discernimiento, es un trabajo de recogidas de perlas preciosas. El bien está escondido siempre, porque el bien tiene pudor y se esconde, es silencioso, requiere una excavación lenta y continua. Porque el estilo de Dios es discreto, a Dios le gusta ir escondido, con discreción no se impone, es como el aire que respiramos, no lo vemos nunca, pero nos hace vivir y nos damos cuenta solo cuando nos falta. Ya decía san Agustín en sus confesiones: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. Por eso su invitación a cultivar la vida interior para encontrar lo que se busca: “Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”.

Nuestra vida es un camino, hay de todo, solo el que discierne encontrará la sabiduría para tomar las mejores decisiones y crecer, crecer como persona. Elegir una carrera es la gran decisión de un joven bachiller, pero si no sabe para qué elegirá mal, no será feliz o cambiará de carrera con facilidad. Conocer tu propia vida será un elemento importante para discernir y esto te llevará a vivir en plenitud que es la meta de todo discernimiento: “Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal, Pero si apartas tu corazón y no prestas atención, y te dejas llevar, y te inclinas ante dioses ajenos y les sirves, en este día yo les hago saber que ustedes serán destruidos por completo, Escoge, pues, la vida, para que tú y tu descendencia vivan; y para que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días” (Deut 30: 15-20).

Aprendamos a discernir qué sucede dentro de nosotros, para tomar las mejores decisiones.

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1 comentario

  1. Muy buen artículo sobre el discernimiento tanto para cosas ordinarias como para grandes decisiones. En la vida es necesario establecer prioridades para un buena administración. Gracias Señor Periodista.

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