La abuela Luisa sabía decir que había que jugar al 23 a la quiniela todos los meses.
Nunca creí en las supersticiones,
pero desde que ella murió hace algunos tantos años
hay dias,
en los que se acerca esa fecha y cada vez que paso por algún expendio de esos,
amago con entrar y de repente no sé que es…
cruzo la vereda temblando,
una suerte de regresión,
o un instante de ganas de acordarme de ella,
que hace que,
piense,
mientras camino,
hay pequeñas cositas,
cotidianidades que fueron sujetadas,
ahi, no sé porque ni para qué,
que nos acompañan en nuestra intimidad.
Hoy
siguen dando vueltas
buscándonos,
tratando de dar/nos un mensaje…
Hoy
no es 23
pero existen rumores de que la fecha se está acercando
Buena Daniel, muy exquisito el relato. Me hace acordar a la idea del eterno retorno de Nietzsche. Sublime!