INVITADOS POR NUESTRA HIJA Y YERNO, pasamos el feriado en Salinas.
Mucho turismo nacional, me lo confirmó un tendero cuando a las nueve de la noche fuí a comprar mis cigarrillos, me dijo: “no esperamos tantos turistas”.
Salimos el sábado, sin mucho apuro y llegamos sin contratiempos. Nos encontramos con los amigos de ellos, Johnny y Estefania, que habían sido invitados por José, para comer una exquisita fritada, que la consiguen en Salinas.
En la noche nos fuimos al S.Y.C., ahí nos encontramos con mis primas Cecilia y Beatriz Calderón, con sus cónyuges, hijos y nietos, pero hubo una sorpresa adicional. Estaba presente PAMELA, A QUIEN CONOCIMOS HACE MAS DE 50 AÑOS, EN CASA DE MI PRIMA CECILIA. Pámela había llegado en intercambio a su casa. Pamela tenía unos 15 o 16 años, bellísima y muy simpática. Pamela se enamoró de la familia Calderón Prieto y también de Buena vista y de Pasaje, en la que conoció la casa de hacienda familiar de los Prieto-Calderón.
Pamela habla perfectamente el español y vino acompañada de su nieto, un niño de 12 años, que entiende bastante el español y juega muy bien el fútbol. Sentado junto a ella en esta mesa de aproximadamente 20 personas, me contó que tanto ella como su marido, eran Pastores Metodistas, jubilados, que viven en el estado de Oregón y que ellos viven y comen lo quellos mismos siembran en comunidad. Pese a los años concurridos, no había cambiado, era la misma “chica” amigable que conocimos cuando llegó por primera vez a Guayaquil. No estaba interesada tanto en el club y sus bellas instalaciones, más le atraía esa reunión familiar tan peculiar, de esa noche, con grandes, jóvenes y chicos de todas las edades.
El Domingo, fuimos invitados por los Vidal-Alvarado, a un paseo en su Yate. Margarita es una excelente anfitriona, pero las tres familias cooperan con la comida, los piqueos y Nacho con el trago. Por supuesto estaban invitados Antonio Sotomayor y su cónyuge. Antonio es un gran conversador y persona muy ilustrada. Hacia las siete de la noche, regresamos a a casa. En la noche llegaron de visita los Díaz-Calderón, pero nosotros, muy sigilosamente nos fuimos a dormir.
El retorno, lo hicimos a golpe de las 11 a.m., para evitar el tráfico.
Fue un feriado de mucho sol y de mucha brisa y algo de friecito en la noche. Tan pronto se enteraron de nuestra llegada, mi hijo Gabriel y Catalina, nos invitaron al Caramel, por supuesto acompañados de mis nietos.
Asó cerramos el feriado, que a estas altura del partido, nos resultó maravilloso.