21 noviembre, 2024

Corrige sus errores, aunque es mucho mejor enseñarles a pensar sobre ellos.

Sin duda, la corrección es parte de la actividad formativa. Tanto padres como educadores asumen con responsabilidad la facultad de corregir los errores de sus hijos o de sus alumnos. Separo de la afirmación anterior a padres y maestros permisivos, que lamentablemente los hay y que no les importa en absoluto la conformidad del niño o adolescente en transgredir un comportamiento que favorece la convivencia social. Quizá aborde ese tema en otro artículo posterior.  Esta vez, quisiera referirme a los que sí corrigen -quizá con demasiada frecuencia- los comportamientos inapropiados, con la intención de prevenirlos en el futuro y que no vuelvan a ocurrir. Les propongo a los que sí corrigen dar un paso adelante, a no quedarse ahí con el título invisible de “experto en corregir errores”, sino más bien en expertos en hacer que sus hijos o sus alumnos reflexionen sobre ellos.

En mi experiencia docente -y seguramente en la de muchos de ustedes- regañar todo el tiempo no es eficaz, corroe la relación, distancia el encuentro y debilita la confianza.  Regañar constantemente lo que suele ocasionar es que sus hijos o alumnos se aprenderán de memoria el sermón, sabrán de antemano lo que les dirá y el comportamiento inapropiado seguirá repitiéndose (Mora, 2010).   En no pocos casos, al tener conocido el sermón que les lloverá, se cubrirán con un impermeable de excusas, tendrán nuevos motivos para no acatar la corrección y el mensaje -bien intencionado- no resonará dentro de ellos. Cuando nos esforzamos en corregir por corregir detenemos el crecimiento afectivo y lo transformamos en sufrimiento.  A veces, esta forma de corregir perdura por largo tiempo: “vengo diciéndote lo mismo desde hace años”.  Y, sin embargo, los chicos continúan repitiendo las mismas fallas.  A veces tristemente vemos, como nunca, a la obstinación y la insensatez tan juntas.  

Y es que educar no es repetir y repetir, no es corregir y corregir.  Es crear, es comprender, es reflexionar, es inventar una solución, es atraerlo con la fuerza del pensar hacia el bien.  Por eso es tan importante enseñar a pensar a los niños y jóvenes.  Hacemos nada -o muy poco- con “haz esto” o “no hagas esto otro”, sin dar razones, sin explicar las causas, sin estimular el arte de pensar.  Lo repito una vez más, si solamente nos conformamos con criticar y corregir, muy probablemente no solo que será inútil, no solo que se ejercerá poca influencia positiva en los jóvenes, sino que además generaremos más agresividad y distanciamiento (Güell y Barceló, 2013).

¿Qué hacer entonces? ¡Sorprenderlos!

Es decir, salir con algo que ellos no esperaban, reaccionar de manera diferente ante sus errores, superar sus expectativas (Muradep, 2013).  Veamos algunos ejemplos:

Ejemplo 1: 

Están conversando sobre la posibilidad obtener permiso para salir a una fiesta.  Usted le ha dicho que no conviene.  Su hijo estalla y acaba por levantarle la voz, él espera que usted también grite y lo castigue.  Pero usted en vez de eso, guarda silencio, gestiona sus emociones y le dice algo que lo deja descolocado: “No esperaba que me ofendieras de esa manera.  Me duele lo que has dicho, pero te amo y te respeto mucho”.  Después de decir estas palabras, déjelo que piense.  Le aseguro que su respuesta no solamente lo dejará sorprendido, sino que debilitará las causas de su agresividad.

Ejemplo 2: 

Dos hermanos pequeños están discutiendo acaloradamente sobre a quién le corresponde usar un juguete. Ellos esperan que usted los regañe, les quite el juguete o reclame al mayor de los dos por no dejar que juegue el más pequeño.  Pero usted en vez de eso, se acerca a los pequeños y les dice: “Veo que ambos quieren jugar con el juguete. No es necesario pelearse, ¿qué podemos hacer para que ambos estén contentos?». Le aseguro que su intervención los dejará sorprendidos porque le estarás motivando a que por ellos mismos encuentren una solución.

Ejemplo 3:

Un estudiante lleva dificultades en una asignatura, se nota que está haciendo un esfuerzo, pero las calificaciones no mejoran.  El profesor en lugar de juzgarlo, de aumentar la frustración o culpabilizarlo con frases como: “Así vas a reprobar”, “No sirves para esta asignatura”, “eres muy distraído”, “no te importa el estudio”  Se acerca y le dice: «No le des tanta importancia a las bajas notas, ¿cuéntame qué te pasa?  Quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte.  Dime, ¿cómo crees que, juntos podríamos superar esta situación?” Le aseguro que, aunque de todas formas el estudiante pierda el puntaje en la asignatura, su intervención hará que lo admire, no por lo que usted sabe, sino porque estuvo allí.

¿Qué trato de decir con estos ejemplos? Dales una palabra de aliento en lugar de lo que ellos esperaban, un regaño.  Que sientan una actitud afectuosa cuando ellos esperaban un ataque de rabia.  Que en lugar de recordarles que otra vez se equivocaron, usted les hace pensar sobre su error.  Sus hijos o sus alumnos muchas veces esperan un castigo cuando fracasan.  Supere las expectativas de ellos, usted motívelos ofreciendo una oportunidad de crecimiento.  A veces esto sucede en medio de lágrimas.  Usted decide en darles sentido.  De mi parte, estoy convencido que las lágrimas por amor siempre son más fecundas que las lágrimas por el sufrir.  Inténtelo: “¡Sorpréndalos!” y, le aseguro, que ellos guardarán en su memoria una imagen de usted llena de grandeza.

Bibliografía

Güell, M., y Barceló, M. G. (2013).  ¿Tengo inteligencia emocional?: 30 preguntas y 29 respuestas. Grupo Planeta (GBS).

Mora, F. (2010). Neuroeducación. Madrid. Alianza Editorial.

Muradep, L. (2013). Coaching para la transformación personal. Buenos Aires, Argentina. Granica.

 

Artículos relacionados

Hablando de burros

Dice la gente que “de entre los Alcaldes electos, hay uno que no rebuzna de pereza”… No da pie con bola, no le atina a nada, con respecto de la ciudad que […]

3 comentarios

  1. Excelente artículo, coincido en que la inteligencia emocional es muy importante en cada ámbito de la vida, sobre todo en nuestro rol de padres, para ser una guía y soporte de nuestros hijos.

  2. Excelentes las reflexiones planteadas, se pone del lado de los niños o adolescentes y aprovecha para dejarlos pensando, no mengua su autoestima, más bien les da confianza y seguridad. Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×