Hace dos décadas escribí, Ecuador y los desafíos del siglo XXI, teniendo en mente que entrábamos a un nuevo siglo y ya era tiempo de progresar. En el primer capítulo que lleva el título de mi artículo destacaba lo que había sucedido en nuestra región, incluyendo Ecuador. Gobierno y sociedad habían hecho todo lo posible para no progresar, siguieron pobres y atrasados. Sobre el tema, José Piñera, quizá el mejor presidente que ha tenido Chile, después de la era de Pinochet comenta:
“Siempre me ha asombrado la paradoja de nuestro ´continente de siete colores´, como lo llamó hermosamente Germán Arciniegas. América Latina -conectada por su geografía con dos de las naciones más exitosas del mundo, bendecida con toda clase de recursos naturales, sin graves problemas de violencia originados en la raza, la religión o la lengua, sin mayores conflictos entre sus países, con una extraordinaria cultura caracterizada por su continuidad y su diversidad- podría ser una región próspera y estable. Sin embargo, la vida política y económica de nuestro continente en los últimos dos siglos contrasta abiertamente con aquella de Estados Unidos. Las consecuencias han sido elocuentes, como lo ha destacado el historiador Claudio Véliz: ´Nosotros estamos en un nuevo mundo que nació casi simultáneamente en el norte y en el sur, que fue habitado por dos grandes sociedades trasplantadas y ambas generadas a su vez por los imperios más grandes de la modernidad. Dos sociedades que comenzaron una muy pobres, la del norte, y otra muy rica, la del sur. Y en 500 años los papeles se han trastocado totalmente´. En dinero de hoy, EE.UU. tenía en 1820 un Producto Interno Bruto (PIB) de 12 mil millones de dólares. En 1900, el PIB de EE.UU. había subido a 313 mil millones, y ahora alcanza a más de 10 billones (mil veces el inicial). ¿Cómo se logró este desarrollo espectacular? En gran medida, gracias a las instituciones y a la filosofía política que le legaron a Estados Unidos los bien llamados ´Padres Fundadores´: Benjamín Franklin, George Washington, John Adams, Thomas Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton, entre otros. La Declaración de Independencia, la Constitución, el ´Bill of Rights´ y El Federalista son obras maestras que le dieron el más sólido y estable sustento filosófico, político, económico y moral a la nueva nación “.
Piñera agrega que los libertadores supieron cómo luchar pero no conocieron cómo gobernar bien: “Los libertadores y sus sucesores no anclaron a las jóvenes repúblicas en los valores de la libertad individual, el Estado de Derecho y la democracia limitada, sino, por el contrario, mantuvieron, y en algunos casos superaron, la tradición centralista española. Es sintomático que, mientras todos los Padres Fundadores mueren en sus hogares rodeados del afecto ciudadano, Bolívar muera desesperanzado y camino al exilio, Sucre asesinado, San Martín olvidado en un pueblo francés, y O’Higgins en el destierro en Lima. El hecho de que América Latina tuviera ´Generales Fundadores´, pero indudablemente no ´Padres Fundadores´, ha significado que hasta hoy América Latina carece de las instituciones y los principios de una verdadera democracia al servicio de la libertad. Por ello, nuestro progreso es tan oscilante y frágil. Como en el mito de Sísifo, empujamos la roca hasta la cumbre de la montaña para ver una y otra vez cómo vuelve a caer, aunque no necesariamente al nivel desde el cual se partió“.
Efectivamente América Latina era considerablemente más rica que Estados Unidos y Canadá. Pudiendo estar entre las regiones más prósperas del mundo, hoy nuestra región no es ejemplo positivo, tiene muy elevada pobreza, dictadores, elevada desigualdad en la renta, deficiente educación pública, atraso tecnológico, pobre infraestructura pública, etc. Primero Estados Unidos, Canadá, luego naciones europeas atrasadas como Irlanda y España, y finalmente un sinnúmero de naciones del sudeste asiático, dejaron atrás los males que nos aquejan.
La política de exclusión colonial de los reyes españoles prohibiendo al Nuevo Mundo tener contacto con personas, corrientes de pensamiento y comercio de otros reinos, dejó indeleble huella en la mayoría de los estamentos de la sociedad ecuatoriana, la cual 193 años después de pertenecer a una república, todavía no puede superar su renuencia a cambiar y aceptar corrientes modernizadoras. La exclusión dejó de ser física para convertirse en mental al mantenerse la sociedad ecuatoriana polarizada con poderosos grupos de interés que están en todos los sectores y solo desean el bien para ellos mismos. Es una sociedad que se acostumbró a la corrupción, en la que los valores morales son la excepción.