Cuando alguien en plena confusión de la revolución francesa anunció, con gritos fuertes, que el poder era el crimen al parecer su definición era muy contundente. Para algunos casi extremista. Pero, en realidad, semejante decir no estaba tan lejos de la verdad. ¿Es que existe en algún rincón de la historia alguien con poder, ejecutando el mando, al margen de la violencia?
Esta violencia es resultado de la violencia detrás del poder. Peor aun si es el poder de un Estado con una pavorosa incapacidad de gestión, que no atina a cumplir con su objetivo, el bienestar social de la nación. Para Gastón Leval, estudioso crítico social, un Estado es una institución parasitaria y liberticida que aplasta lo que no se somete a sus órdenes”. ¿Poder estatal sinónimo de violencia social?.
El Estado sin embargo ha sido promovido y explicado como la tradicional protección de los ciudadanos. Algo muy pero muy ajeno a la realidad sabiendo, por demás, que el Estado es manejado por los gobiernos de turno, y estos por los intereses de la oligarquía económica.
Hay reclamos de los más contra los menos. Pero estos menos, amarrados al poder, tienen las armas compradas con los impuestos del pueblo, para amordazar a bala su clamor por la libertad. El militarismo es, un ejemplo en vivo. No sirve, socialmente, para nada, por mas que el pataleo de las botas suene fuerte.
Es que el poder alimenta su presencia solo con la violencia. Sin la violencia el poder deja de existir. No hay expresión del poder, por mínima que sea, que no conlleve violencia.