21 noviembre, 2024

Actos mínimos

Actos mínimos que con el tiempo se transforman en algo grande. Podría llamarlos actos mínimos con potencial de ser máximos. Porque son esos hechos cotidianos, disimulados, poco llamativos. 

Porque son aquellas personas que dejaron huellas en nuestras vidas. Nuestros padres, por ejemplo, aquellos que estuvieron presentes siempre realizando actos pequeños, comunes y corrientes tal vez. Sencillos, monótonos, hasta aburridos podrían llegar a ser: lavarnos la ropa todos los días, preparar la comida de manera habitual, al mediodía, a la tarde a la noche, siempre. Despedirnos con un beso cada vez que salimos o regresamos a nuestras casas.

Son esas llamadas para ver cómo estamos, cómo nos fue en el examen o cómo nos sentimos.

Nuestras abuelas y abuelos, esas personas en vías de extinción, que nos abrigaban con su amor, con sus historias, su sabiduría. 

Actos mínimos. Un par de escarpines tejidos, hechos por ellos. Cosas preparadas con nuestras manos, con mucho esmero y amor. 

Actos mínimos pero que, con el tiempo, se transforman en máximos. Los que nos van modificando. Los que luego de muchos años todavía recordamos. Aquella charla sincera en la cocina, o esa confesión que se generó en el auto, de algo que nos molestaba. 

Al final las personas que cambian nuestra vida no son aquellas que dan una conferencia en un lugar prestigioso. Ni las que están subidas a un escenario y nos explican cómo ser felices en diez pasos. 

No son las que llevan un cartel de “gente importante”, tampoco lo que gritan a cuatro vientos todo lo bueno que hacen. 

Seguramente, todo lo contrario, son lo que realizan actos mínimos. Sin demasiada propaganda, ni ningún aplauso. 

Son lo que se quedan despiertos hasta que llegamos. Los que invitan a comer a alguno que está solo o le llevan un abrigo a quien tiene frío, sin que nadie se entere. 

O escuchan con atención la historia de alguno a quien no le fue tan bien. O le consigue un remedio al que está transitando una enfermedad y no tiene recursos propios para hacerlo. O ese mensajito por celular preguntando cómo estamos, con verdadero interés. 

O quien le da una mano a la chica que se cayó de la bicicleta en la calle y no la pasa por alto. 

Actos mínimos. Personas mínimas. Pero que con el tiempo se transforman. Actos que dejan secuelas. Personas que no se olvidan. Que hacen la vida distinta. Que son los verdaderos ejemplos. Héroes entre nosotros. Que nos marcan el rumbo. En silencio. Escondidos. Pero están. Y los que, en definitiva, cambian al mundo. 

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