En reuniones de catequesis con niños, es común hacer rezar a los chicos y que escriban qué le pedirían a Papito Dios. Las respuestas en muchas ocasiones son: “que mi Papá y Mamá no peleen” ¿Hay allí un conflicto? Sí. ¿Se rompe la unidad familiar? Depende de la madurez de la pareja y del amor que los unió; suelen sobrellevarlos. Un buen catequista o docente, hablaría con los papás.
Lo mismo pasa en colegios católicos y no católicos en reuniones escuela-comunidad, para que tengan mejor tácticas. Los chicos no tienen por qué ver pelear a sus padres, les deforma la imagen del amor. Si algo doy gracias a Dios en mi vida, a pesar del difícil carácter de mi mami y la edad de mi papí, nunca los vi pelear. Eran maduros para jamás enseñar con hechos familiares la diferencia entre la unidad y el conflicto.
Cuando hacemos esta dinámica con adolescentes, en especial en momentos de oración o reflexión profunda su sinceridad y espontaneidad es grande: Alguno dijo, y me tocó escuchar esto varias veces, no deseo que mi padre regrese jamás. ¿Se rompió la unidad familiar? Sí. ¿Se superó el conflicto? Difícil. A lo mejor después de mucho tiempo y esfuerzo.
¿Cómo se manejan las dinámicas de los conflictos sociales? Palos, bombas lacrimógenas, represión. Y cuando hay las famosas “mesas de diálogos”, son puras mesas sin ningún fruto para el bien común. Y cuando lo hay, es producto de la componenda de intereses de gremios, cuando no de la coima a sus dirigentes. Pura cosmética sin ética.
¿Los creyentes en el Dios amor son ejemplos de privilegiar la unidad en el conflicto? No hay una estadística real. Hay casos maravillosos muy pocos conocidos, pero en el día a día de la vida de las comunidades de fe, sean religiosas o las parroquiales, entre otras, hay más silencio, dejar hacer, a veces resignación, “somos lo que somos”, pero qué somos. Muy pocas veces la superamos no anulando las diferencias sino integrándolas en un nivel superior. Es lo que el Papa Francisco nos enseña en su documento LA ALEGRIA DEL EVANGELIO, (Evangelii Gaudium), en donde sistematiza cuatro criterios para crear un proyecto pastoral que integre lo social, lo político y lo espiritual y contribuir a un proyecto nación (EG: 222-236).
Estos cuatro principios son 1) El Todo es superior a las partes, 2) La Unidad debe prevalecer en el conflicto, 3) El tiempo es superior al espacio y 4) La realidad prevalece sobre la idea. Desarrollados en el capítulo cuatro donde nos habla de la “Dimensión Social de la Evangelización”. Definiendo evangelizar como “hacer presente el Reino de Dios”, desde un sentido auténtico e integral (EG 176).
Hoy quiero, por el poco espacio que hay, y por el deseo de que los jóvenes me lean o me escuchen, cuando algunos docentes usan estos artículos en sus clases de religión, filosofía o los tiempos de reflexión anotar la importancia de dos de esos principios que más deben visibilizar la construcción de un horizonte común para vivir en paz: El Todo es mayor que la parte, y la Unidad debe prevalecer sobre el conflicto.
Para entender que el todo es superior a las partes, debemos clarificar la tensión entre lo global y lo local. En otras palabras, la Globalización que entusiasma a los capitales financieros, a la expansión de los mercados, a los transformers de la tecnología, como a los influencers de youtube trae graves problemas con las culturas locales, que llevan a despreciar lo nuestro, homogenizar el pensamiento, imitar esquemas, que llevan a una vida light, superficial, donde interesa más el dinero, las apariencias y la imagen produciendo más exclusión y división. Muchos se sienten felices por los réditos que se consigue y prefieren ser pasajeros de furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo con la boca abierta y aplausos programados.
El peligro contrario es vivir en un museo folclórico de ermitaños localistas condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites. ¿Cómo integrar un todo con tantas partes diferentes? Desarrollando el modelo del poliedro y no de la esfera, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. “La pastoral y la política” nos dice el Papa, procuran recoger en el poliedro lo mejor de cada uno.
¿Cómo conseguir la unidad en el conflicto? Primero no esquivarlo, asumirlo. No enredarnos en la coyuntura conflictiva, no perder la perspectiva. El fondo de lo real es uno. La gran diversidad del cosmos, galaxias, leyes físicas, biológicas hacen que todos vivamos en un solo planeta y en esta sola vida. Segundo, ver más allá de la superficie conflictiva, descubrir la dignidad de las personas, para construir la amistad social. Tres, hacer historia desde la solidaridad. Todos somos responsables por la vida. La unidad es pluriforme.
En la brutal rivalidad política que vivimos en el mundo y en nuestro país, desde la primacía del ego sobre el eros, del individuo o gremio sobre la comunidad ¿podremos dar esperanza de un futuro mejor? ¿podremos dar ejemplo a las nuevas generaciones? Solo entendiendo que el todo es mayor que la parte y que la unidad prevalece sobre el conflicto. ¿Los cristianos lo tenemos claro desde el misterio de la comunión eucarística? ¿La Iglesia universal está presente en la diversidad de lenguas, personas y culturas? ¿La comunidad universal solo es posible si integra las ricas y múltiples diversidades locales? (“Porque uno solo es el pan, aun siendo muchos, pues todos participamos del mismo pan” 1Co 10,16-17) ¿será posible un proyecto país?
ACTIVIDADES:
1.- ¿Describe algún conflicto? Político, social o familiar
2.- ¿Cómo superarlo? Asumiendo e integrarlo
3.- ¿Podremos construir un proyecto país? Ese es uno de los criterios para votar.