No es nuevo el drama que el país vive actualmente. La desconfianza en los escrutinios y resultados electorales es un fantasma que nos ha perseguido siempre. Las autoridades electorales y los gobernantes de turno han pretendido manipular los resultados a su favor desde un inicio.
Entre 1925 y 1948 se sucedieron 27 gobiernos, de los cuales solamente tres se originaron en elecciones directas, mientras doce fueron encargados del poder, ocho nacieron de golpes de Estado y cuatro fueron nombrados por asambleas constituyentes. En cambio, entre 1948 y 1963, se vivió un período de estabilidad de 15 años, cuatro gobiernos surgidos de procesos electorales, constituyéndose en el más largo periodo de vigencia democrática hasta ese momento de su vida republicana
En el siglo XIX, dominó el partido Conservador, hasta el triunfo de la revolución del 5 de junio de 1895, en que los liberales llegaron al poder y dominaron hasta 1925, año en que se produce otra explosión popular. Durante un siglo, ambos partidos, liberales y conservadores, hicieron de las suyas, acomodando los resultados electorales a su conveniencia, favoreciendo a sus propios candidatos, siempre de acuerdo con los dictámenes de las autoridades en el poder. Recién en 1925, los partidos Conservador y Liberal se institucionalizaron, adoptaron estatutos, declaraciones de principios, debatieron programas y propusieron candidatos.
En 1926 se constituyó el Partido Socialista y en 1929 se expidió la Constitución Liberal que otorgó el voto a las mujeres, produciéndose una expansión de la base electoral.
Sin embargo, la participación de los ciudadanos en los procesos realizados hasta mediados del siglo anterior, fue mínima, dado su carácter opcional, muy pocos se interesaban. El porcentaje de electores del Ecuador nunca superó el 10% de la población del país. Desde 1961 hasta 1979, volvió la inestabilidad política, con el golpe militar de 1963, la nominación de un presidente interino en 1966, la conformación de una asamblea constituyente y la nominación de otro presidente interino en 1967, la elección
de un presidente en 1968, un autogolpe en 1970 y un nuevo golpe militar en 1972.
Sin embargo, hubo que esperar casi tres décadas, para iniciar el período democrático actual, el más largo de 44 años, que se inició en agosto 1979 con el gobierno de Jaime Roldós, que superó la marca anterior de 15 años de los 50’s. Pero, aun así, no se puede atribuir que la nueva estabilidad, sea producto de una verdadera vivencia democrática o de una autentica libertad electoral. La ley de partidos políticos de 1978 impuso el voto obligatorio, aunque ha sido continuamente violada y modificada por los propios partidos y movimientos políticos.
La realidad nos sigue demostrando evidencias negativas. Se conoce que, en 1998 no fue Jamil Mahuad, y tampoco en el 2017 Lenín Moreno, quienes verdaderamente ganaron las elecciones. Desde el 2006, el país vive una época irregular, período en el cual los principales asambleístas, funcionarios públicos y autoridades electorales, son nombrados a dedo para favorecer a un solo partido.
Esperemos que las elecciones de octubre próximo sean realizadas sin interferencias, apagones, actas o software alterados; que la voluntad popular prevalezca sobre cualquier intento de burlar su resultado.
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