No es fácil tener varias vidas, pero así sucede. No creo en la reencarnación, creo que hay una sola vida y hay que aprender de ella. Creo que hay que adaptarse a esas nuevas vidas en esta única vida. No sé si quizás hasta me atrevo a decir que los que tenemos varias vidas en una vida, somos privilegiados, no lo sé. Porque uno puede experimentar mucho, uno puede amar mejor, tal vez, o no. Uno puede entender menos en cada vida que va o vamos viviendo quizás… porque cada vida que vivimos en esta única vida nos enseña…o no.
A mí me gusta el campo, la naturaleza. Vivo en la ciudad, pero me gusta o me gustaría tener la oportunidad de vivir de otra manera. Más alejada del ruido, más alejada del murmullo. Más cerca de la creación tal vez, que nos llama, que nos convoca a algo más, ¿no?, a otra vida…hablando de vidas. A otra vida, pero a otra vida también después, después de esta, de la de acá, de la tierra.
Yo creo que algunos tenemos varias vidas. Y quizás, aunque no es fácil adaptarse a cada una, -porque en general esas nuevas vidas implican cambios muy drásticos y profundos- sea una hermosa manera de vivir esta única vida. Incluso en cada vida vivida podamos sí encontrar algo más de felicidad…esa que está escondida en los lugares más recónditos y menos pensados y que encima trasciende.
Y también vayamos hallando más libertad. Esa que nos permite vivir de manera más simple y liviana. Y por qué no en cada vida que nos toque, nuestros ojos se abran un poco más y un poco más y así aprendamos a descansar de tantos mandatos propios y de tantas voces molestas. Y así, en cada oportunidad de vida, nos encontremos con nuestro verdadero yo y podamos vivir más congruentemente, sin tanta disociación entre palabras y acciones. Y que nuestra experiencia, desde la más bella hasta la más horrible e inesperada sean siempre oportunidades de encontrarnos con el dador de la vida. Aquel que está esperándonos siempre, siempre y no pertenece a ninguna religión. Es Dios.