Hoy fue un día de muchos pensamientos. Pero de pensamientos lindos. De hecho, anoté algunos para que no me los olvide, me gusta hacerlo. Manías que tengo. Uno de ellos, que no pensaba decirlo, pero ya que estoy, lo digo, fue: – ¡Qué lindo encontrarse con gente linda! Es que, en este tiempo, increíblemente estoy conociendo gente muy hermosa, muy gorda. De adentro digo. Y la verdad que es un privilegio que tengo y hoy de repente lo valoré y lo agradecí. Y me encontré diciéndome eso. Y me alegré.
Y recién mientras estaba barriendo el patio, porque hace rato que no lo hago y hoy me agarró el ataque, me encontré pensando en mi hijo Alan. Básicamente siempre lo hago, pensar en Alan, digo. En mi proceso, en mi familia, en que quiero que esté conmigo. De hecho, también hace un rato, mientras revolvía el arroz le expresaba a Sol cuánto necesitaba verlo y abrazarlo. Y otra vez lloraba su pérdida.
Pero el pensamiento que más me marcó hoy fue cuando pensé en mi cuñada que hace un tiempo falleció su hijo y luego su esposo. Tremendos golpes. Y ella hoy sigue adelante pudiendo acompañar a otros que están atravesando algún dolor parecido. Minorías a las que pertenecemos.
Y de repente me sentí también parte de esa minoría. Y al mismo tiempo tuve una sensación de ¡guau! ¡Qué privilegio! Claramente un pensamiento muy loco y contradictorio. Pero eso sentí. Y de repente también me alegré. Y mientras barría pensaba en cúantas minorías existen. Pensaba en que esas minorías no son tan minorías. Que son muchas, muchísimas. Y que no son números ni estadísticas. Son personas. Algunas de ellas muy solas, marginadas de la sociedad, no tenidas en cuenta. Otras tal vez no son relegadas, pero no encuentran un espacio de comprensión y aceptación. Porque son situaciones muy dolorosas, porque pensamos distinto, porque hay temas que no venden y que pocos se quieren involucrar. Porque estamos acostumbrados a dar consejos y la mayoría de las veces no necesitamos eso, solo alguien que nos escuche con atención.
Por eso hoy me dieron ganas de escribirle a esa minoría. Minoría de lo que sea, porque no hablo de un solo tema. Minorías de la sociedad, minorías que, en vez de ponernos en lugar de víctimas, podamos cambiar nuestra mirada y sumar. Podemos percibirnos privilegiados por poder sentir de alguna manera lo que siente otro que está atravesando una situación parecida. Podemos decidir involucrarnos y acercarnos a alguien que esté necesitando nuestra presencia y esa sola presencia amorosa y genuina colabore en ese proceso tan personal y único.
Quizás, como decía Nouwen, podamos ser sanadores heridos que integran una minoría que no es tan minoría. Después de todo, nadie se salva de experimentar alguna tristeza profunda, o alguna pérdida inesperada, o cualquier tragedia humana que es parte del hecho de vivir.
Querida minoría. Somos privilegiados. No somos ni víctimas ni héroes. Pero si, quizás podamos compartir sencillamente nuestra humanidad, aun participando de nuestra vulnerabilidad con otros y sea esa la manera de generar espacios donde el amor, el verdadero encuentro y el interés genuino, puedan abrir ventanas donde todos hallemos nuevos paisajes y por ende todos ganemos.
Ventanas que nos permiten respirar un poquito, tomar aire fresco y renovar nuestra mirada y aun, redimir nuestra propia historia. Y caminar más contentos, más livianos y ser partícipes de algo mucho más grande que nuestro propio proceso.
Como dice Carlos Skliar: “Cuando alguien con voz rendida piensa que “así son las cosas”, toda redondez se vuelve terco cuadrado, la lluvia fina se hace torrencial, los senderos se tornan fronteras y la ternura demora demasiado en regresar.” «Hablar con desconocidos» (Candaya, 2015).
Por lo contrario: “Cuando alguien se atreve y no se rinde, la lluvia fina se hace más fina y los senderos se tornan espaciosos y la ternura reaparece anticipadamente…”
Excelente
Deseo que, el maravilloso Dios que te conoce y te ama irrenunciablemente, complete sus Consolaciones en Vos. Y en los Tuyos.❤