¿Por qué estás ahí? Le preguntaron a Aurelio. Por qué estás ahí si podrías estar tranquilo, en paz. Si podrías disfrutar de un café leyendo las noticias, sin tener que buscar responsables. Qué haces en una ciudad que no es tuya, intentando arreglar problemas que no causaste.
¿Por qué estás ahí? Le preguntaron a Aurelio. Por qué estás ahí si podrías no llorar pérdidas ajenas, o evitar ser criticado por tu familia, amigos y desconocidos.
¿Por qué estás ahí, Aurelio? Tú, que tienes sueños, que nunca hiciste el mal. Tú, que madrugaste más veces de las que querías pensando en posibles soluciones para heridas que se abrieron siglos atrás.
Aurelio, tú, que no eres dios, que no permitiste ningún holocausto, que fuiste creado a imagen y semejanza, pero sin poderes. Tú, Aurelio, quien leyó en algún momento a Weber y se sintió identificado. Tú, Aurelio, que no creaste la pobreza ni las enfermedades. ¿Por qué estás ahí?
Por qué estás ahí si podrías callar las veces que quisieras, sin tener que dar respuestas.
Qué haces viviendo mil años en cuatro, si tienes toda una vida que vivir. Podrias no deberle nada a nadie, pero eliges estar ahí, queriendo detener las balas, queriendo encontrar la cura de todas las enfermedades, queriendo erradicar la pobreza, queriendo ser un humano que protege a la humanidad.