Solté mis primeros abrazos al aire
cómo quien no entiende nada.
Con el tiempo,
me di cuenta,
que muchos de ellos son intencionados.
Un día una viejita
que vendía queso de cabra en la esquina del banco
/me dio un abrazo/
que me contuvo/como a un niño de 3 meses/.
Después de este episodio
entendí que los abrazos van cambiando de significado.
Es por eso,
que ahora tengo una cajita de madera
y voy guardando los abrazos bajo llave.
Cada tanto,
cuando todos están dormidos,
abro la caja disimuladamente
y vuelvo a sonreír.